viernes, 24 de junio de 2011

EL HUMOR

Bolivia debe ser uno de los países donde el humor es más escaso que en otros lugares en una apariencia de seriedad que no condice con nuestra manera de ser.
Una de las muestras de este ambiente es la poca cantidad que tenemos, por ejemplo, de caricaturistas en los medios de comunicación o la irrupción de la chabacanería como comicidad, que se ha colado tanto en la televisión como en el espectáculo en general donde la vulgaridad tiene su feudo.
Pero humor, como tal, es decir esa capacidad de transmitir una realidad para forzar una sonrisa; hace tiempo que está ausente de las tablas y del medio.
Tal vez sea, porque la politiquería nos ha hecho menos proclives al humor y más a la frustración, después de ver tantos mandatarios que uno no sabe cuándo están actuando seriamente y cuándo como autores de un humor negro que hasta ha ensangrentado las páginas de nuestra historia o nos ha dejado un legado de desolación y desesperanza.
Y nuestra personalidad no es así; por lo menos no en cuanto al disfrute del humor, de la alegría de vivir, de dar rienda suelta a la carcajada franca. Cuando se dice que no hay nada que festejar la realidad es tan dura, tan contundente que constantemente hay que preguntarse, tal como lo hacía Nietzsche: ¿por qué se pudren nuestros frutos? Porque por más esfuerzo que pongamos en mejorar las cosas, siempre hay algún "humorista" que las trastroca, que nos lleva a la frustración y nos hace ver como resentidos, melancólicos o frustrados.
Hay que recuperar el humor como consigna nacional y no confundirlo con el chiste vulgar; tal como no confundimos la política con la politiquería.

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