Sin entender perfectamente los períodos cíclicos del planeta en el universo, estamos abandonando tradiciones que tenían origen más allá de acontecimientos meramente humanos. Una de esas costumbres es la de hacer fogatas y jugar con agua en la fiesta de San Juan, una fecha resultante del sincretismo entre el cambio de estación y la fiesta patronal, y que tiene como objeto rendir culto a dos de los elementos principales de la vida y del cosmos, el agua y el fuego que, junto a la tierra y el aire, juegan un papel importantísmo tanto en la cosmogonía como en la mitología de la raza.
Más ha servido el sofisma del calentamiento y la polución que la tradición y, contrariamente a lo que se postula demagógicamente, estamos abandonando algo que hace más a la esencia misma del ser que a la improvisación y mercadeo con que se conduce al genéro humano hacia su extinción.
Porque no es cierto que el calentamiento o la polución sean culpables de la situación crítica en que nos encontramos; si bien hay que aceptar que en algo han coadyuvado, el error principal del hombre ha sido el abandono del camino de la evolución espiritual y su alienación al materialismo más soez que se fomenta desde el consumismo.
Porque cambiar fuego y agua por salchichas, estrellitas y otros embutidos, es sustituir elementos esenciales por artificios sin otro sentido que la simple compra-venta. Lo curioso es que hay "ecologistas" militantes en la pérdida de estas tradiciones que, por lo visto, no saben de la misa la media.
Dentro de poco habrá que postular el rescate de ciertas tradiciones para liberarse del consumismo y de la sofistería reinante a título de cualquier cosa y donde andan tantos tontos útiles haciendo lo que no deben.
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