domingo, 9 de febrero de 2014

VÍSPERAS DEL 10

En la segunda mitad de los sesentas, del siglo anterior, y cuando el Centro de Acción Orureña y el Centro Universitario Oruro, funcionaban a todo trapo, se acostumbraba organizar una entrada de carros alegóricos y de teas por las calles de esta ciudad de Cochabamba, un evento, además de muy concurrido por los orureños, esperado por los cochabambinos pues no había otro que se comparara ni siquiera modestamente.
En una de esas ocasiones tuvimos de traer desde la ciudad de Pagador, y en calidad de alquiler, los trajes de diablo y moreno, para adornar un carro alegórico al carnaval que, casi siempre, estaba cerca o pisando los talones. Todavía no había Urkupiña ni San Joaquín ni ninguna otra fiesta religiosa que imitara la entrada carnavalera en Oruro y, por lo tanto, tampoco habían los artesanos que confeccionaban los trajes, tal como abundan en estos días.
Llegó a tal impacto esta entrada de teas y carros alegóricos que, Barrientos, que entonces gobernaba y se había declarado dictador, ordenó al Prefecto del departamento que organizara un acto mejor porque no podía concebir cómo los orureños podían sentar sus reales en el mismo valle y que no se percibía sólo en ese hecho sino que los principales cargos burocráticos estaban ocupados por los profesionales de los arenales de la zona este de la capital del folclore y, consiguientemente, futuros charangos con caja de kirkincho. No pudieron, aunque lo intentaron.
Finalizada la entrada, todos sus participantes, o casi todos, convergían en determinado restaurante o local especial para celebrar la fecha histórica al compás de bandas y danzas que obligaban a cerrar las arterias circundantes; sin que nadie reclamara porque era una fiesta general que los mismos habitantes de la ciudad admiraban por la alegría que se mostraba en los bailes y, muchas veces, se sumaban al acontecimiento y al grito de ¡Viva Oruro!
Al día siguiente la obligación era asistir al homenaje en la Plaza 14 de Septiembre y la respectiva ofrenda floral en el monumento central que, concluido, daba paso, una vez más, a la demostración de bailes folclóricos como la diablada y la morenada y en que participaban asistentes y espectadores con gran alegría, acompañados por la banda o de la policía o alguna institución militar.
Como no recordar, entonces, al "negro Méndez", ex prefecto de Oruro, que comandaba el Centro de Acción y al que le dio dinamismo y mejor presencia el centro universitario, a la cabeza de quien escribe estas reminiscencias. ¡Salud Oruro!

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