De un tiempo a esta parte y no sólo en Cochabamba sino también en otras ciudades de Bolivia, algunos ciudadanos que tienen posibilidades económicas, se han dado a la tarea de incursionar en negocios de tragos, comidas o café; mientras grandes sectores de la industria agrícola, minera o frutícola no tienen inversionistas.
Hace ya algunos años, cuando el neoliberalismo cabalgaba cual potro apocalíptico en estas tierras, fuimos invitados a un seminario sobre las propuestas, precisamente, del modelo fondomonetarista, donde tuvimos que sentarnos al lado de "empresarios" que no tenían otro negocio que la distribución callejera de helados; aunque, como es lógico, puede ser también una empresa.
Pero en los países calificados como subdesarrollados y otros eufemismos para decirles que son simplemente dependientes, hay una amplia gama de "empresarios" que no sólo que se prestan a las argucias del capital internacional avieso y siniestro sino al papel de "felipillos" que viven de las migajas que hacen caer los potentados de su mesa. Ahora mismo se ha revelado que una empresa socia de la que se adjudicara la construcción del complejo Misicuni, lo era con un capital de 10.000 Bs., menos de 1500 $US. Lo que sólo se puede excusar si entendemos que el proyecto en sí, estaba prohibido de ejecutarse durante décadas por un convenio que el gobierno boliviano del MNR había firmado con la AIF (Agencia Internacional de Financiamiento) y la experiencia internacional nos muestra cómo, muchas veces, se inician importantes proyectos en las naciones pobres sólo para abortarlos.
Algo de esto hay en la práctica de la inversión en búsqueda simplemente de ganancias fáciles y no en el emprendimiento osado de la transformación de materias primas u otras empresas que tengan un peso más estructural o específico de las economías de que se trate. En el trópico cochabambino, por ejemplo, cuando se trataba de hacer desarrollo alternativo a la producción de coca, nuestros "empresarios" querían intervenir con proyectos como hoteles o casinos de juego que, en realidad, nada tenían que ver con opciones para el campesino de la zona y se trataba sólo de aprovechar la "tierra de nadie" para invertir avariciosamente. De ahí que otros empresarios de otras naciones tuvieron que asentarse en la zona e instalar proyectos de producción de bananos o palmitos que sí tenían que ver con la industria del lugar.
Por estas circunstancias es que reímos, para no llorar, cuando los organismos de empresarios exigen al gobierno una ley de inversiones, al parecer, pensando no en función de los empresarios bolivianos sino de los extranjeros que lo que más quieren es encontrar "suelo arrasado".
No hay comentarios:
Publicar un comentario