Hace ya bastante tiempo que en las carreras de comunicación que trataron, muy mal, de preparar académicamente a los periodistas noveles como a los que se hicieron en las redacciones, se habla del "hecho noticioso" para sustituir el cuándo, cómo, dónde que constituían la base de las informaciones que recogían los reporteros o comentaban los columnistas.
Infelizmente, el "hecho noticioso" puede ser desde las tetas de fulana hasta restregarle al espectador, pues es más por la televisión, con las imágenes de esta o aquella tragedia que, un ápice de ética, debiera evitar su difusión pues rayan con el sadismo; pero la imagen no sólo vende sino que "vale por mil palabras", no importa que se trate de una noticia trivial, vulgar o pornográfica.
Mientras tanto, quedan en los archivos las informaciones sobre los explotados en el mundo, los enfermos condenados a la muerte por falta de medicamentos o los hambrientos que no podrán sobrevivir a la carestía o la guerra que, por lo demás, hace ricos a otros e impunes a muchos de ellos que se precian de manejar la información y los medios en el mundo y no hay quien les ponga el cascabel; porque también la gente se ha acostumbrado o domesticado a la banalidad.
Hace ya mucho tiempo que Unamuno se preguntaba y contestaba: "¿Es la prensa la que engendra esa insana curiosidad pública a la busca siempre de especulosidades y de fútiles informaciones, o es el público el que exige eso de la prensa? Yo creo que se corrompen mutuamente".
Pero, como se puede ver, de corrupción estamos hablando y si consideramos el tiempo transcurrido entre lo escrito por el prestigioso vasco y el agua que corrió bajo los puentes de los "medios", tenemos que convenir que las cosas se han agudizado a un grado realmente increíble; a tanto, que la gente ya no busca estar informada sino alienada a los sueños de ser famosa, rica e impune.
Por eso es comprensible que, aunque no se crea, aumenta el número de los que "cuelgan" su televisor, apagan la radio o ya no compran diarios. No es porque los medios alternativos les estén ganando la batalla porque también pecan de lo mismo; no, es que el sentido común tiende a imponerse.
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