Durante décadas, o siglos, nos han condicionado de tal manera que hemos perdido la fe en nosotros mismos. Ya sea individual o colectivamente. Si estamos demasiado tiempo en paz, hay que cuidarse de la guerra que puede sobrevenir en cualquier momento; si hemos tenido una época de vacas gordas, hay que esperar el de las vacas flacas; si hoy somos libres, mañana podemos quedar como esclavos; si nuestros gobiernos son civiles, con seguridad que mañana pueden ser militares.
Aunque este condicionamiento es mundial; lo que duele en el caso bolivianos es que nos hayamos acostumbrado de tal forma a la derrota, el enclaustramiento y la injusticia, que ya no somos libres ni para soñar.
Esto es lo que está pasando con algunos "analistas" en el país, que no hay día que no le den vueltas y revueltas al fallo de La Haya respecto a Chile y el Perú y andan sembrando dudas como consecuencia de nuestra demanda ante ese tribunal. Dizque, el fallo no afecta el corredor que Chile podría conceder a Bolivia y hay esperanzas. ¿Pero quién les ha dicho que nos contentaremos con un corredor, un enclave o cualquiera de esas monsergas con que La Moneda ha distraído nuestra reivindicación? ¿Quién les ha asegurado que la justicia se irá por peteneras?
El único problema con el tribunal de La Haya, es que no esté a la altura de las circunstancias y no sepa entender, primero, y resolver, después, nuestra demanda, Porque al reivindicar nuestros derechos, estamos también reivindicando nuestra propiedad territorial y marítima. No se trata pues de enclaves, corredores o simplemente puertos. Por eso es que, si la demanda ha sido presentada adecuadamente, al demandar la nulidad del Tratado de 1904, lo que estamos haciendo es que nos devuelvan nuestros derechos y, en su caso, nos indemnicen por los perjuicios y la usurpación. De ahí la complejidad no solo de la demanda en sí sino de quienes deben presentarla y quienes pueden, o no, resolverla.
Porque lo que no hay que olvidar es que la justicia, en el planeta, es la gran ausente; aunque no por ello se pierde la esperanza que, alguna vez, el hombre vuelva por los fueros del derecho y de la reconstrucción o la construcción de una nueva humanidad.
Pero el lado más grave de la situación es el condicionamiento de que hablamos; es como si quisiésemos pedir la libertad, aunque de a poquito o de manera no onerosa para los dominadores y explotadores y por eso es que hemos permitido la desviación del río Lauca, el uso ilegal del Silala o la penetración económica; no por la fuerza, sino por la mentalidad de dependencia y de inmoralidad de nuestros gobernantes y algunos gobernados.
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