viernes, 7 de febrero de 2014

MALES Y REMEDIOS

No hay duda que algunos males tienen sus remedios; pero cuando la oportunidad está dada. En el caso de la educación boliviana, la creación de las normales, a instancias del belga Rouma, fue una decisión acertada porque no habían profesionales del área en las universidades y porque era lo más práctico para afrontar la mejora del sistema que, hasta entonces, estaba en manos de improvisados aunque muchos de ellos con verdadera vocación. Pero después las normales se fueron mediocratizando y el "magisterio" llenando de otros improvisados o de personas que buscan simplemente el salario que, aunque siempre controvertido, era seguro y no tenía problemas para ser cobrado a lo largo del año y estaba blindado por la inamovilidad.
Ante la situación desesperante del "magisterio" y el fracaso permanente de reformas y cambios en el sistema, algunas universidades empezaron a recoger el reto de formar pedagogos y se abrieron varias Carreras con ese fin; pero como no encontraron eco ni posibilidad de ingresar en el sistema, se fueron agostando; a tal punto, que algunas de ellas se están cerrando, mientras las "normales" vuelven al esplendor, así sea de fuego fatuo. Pero el sistema continúa no sólo en crisis sino que se adivina un nuevo fracaso porque la nueva "reforma" es más lírica que práctica y porque no incide ahí donde está la razón del problema: el profesor; pues, gracias a la manipulación del sindicato por los partidos, los "trabajadores de la educación" se han convertido en simples y mediocres cobradores de sueldos y sostenedores de una organización gremial que ha perdido toda esencia porque, ahora, se dedica a vivir de las cuotas y de los privilegios que da el sindicalismo a los dirigentes; aunque hayan sido elegidos por minorías y, en realidad, no representen sino a muy pocos.
Si el remedio de las normales fue oportuno y eficaz en cierto tiempo; ya no es más y se ha convertido en otro mal que agrava la crisis del sistema de educación. Y que muy bien se puede medir en la dificultad que tienen los alumnos, incluidos muchos profesores, en la lectura y la escritura que no sólo que no es una práctica habitual sino que no  termina en la comprensión, en la interpretación de lo leído. Y tan poco habitual es la lectura que, en cierta ocasión, preguntando en el aula cuántos libros habían leído por año, a los alumnos que buscaban la licenciatura, y al recibir una carcajada como respuesta al intento de poner un número (10), subimos la cantidad pensando que habíamos quedado cortos; cuando, al nuevo intento (20), recibimos otra estruendosa carcajada. No leen.
Pero así como el remedio se ha convertido en algo peor que la enfermedad, en el sistema de la educación boliviana, está sucediendo algo similar con el periodismo y las carreras de Comunicación Social, que sólo excepcionalmente, dan algún resultado individual. Lo demás se pierde en deficiencias de lo fundamental: el manejo del lenguaje. Pero será para otra ocasión que ampliemos el comentario.

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