sábado, 8 de febrero de 2014

MALOS REMEDIOS

Ayer vimos cómo las normales, si fueron una solución eficaz en su tiempo, hoy se han convertido en parte del problema. Lo mismo pasa con la búsqueda de soluciones dentro del periodismo pues nunca ha sido un dechado de virtudes, aunque tiene y ha tenido épocas realmente que ponderar.
En un mundo plagado de cientificismo, no era raro que las soluciones se buscaran por medio de la titulación y la academia; en contra del criterio generalizado que el verdadero periodista se hace en las salas de redacción y no responde a una academia sino a una vocación o un esfuerzo dedicado y delicado. Ya García Márquez, hace varios años, desvelaba los males de esta solución y apuntaba a otros que habían creado los "remedios" que no dieron las soluciones mejores.
Hoy lo podemos comprobar en nuestro ambiente donde los "comunicadores sociales" han invadido el terreno del periodismo y donde las insuficiencias y deficiencias son tan o más grandes que antes porque se ha olvidado que así como de un albañil se espera que use el badilejo y la plomada con destreza, a quienes intervienen en los medios de comunicación sólo se les puede exigir manejo correcto del idioma. Si no lo tienen pues son fracaso, aunque se empeñen en utilizar la imagen o el sofisma de libertad, técnica o lo que fuera.
Mucho de este pésimo manejo se criticaba antes y, en algunos casos, había toda la razón del mundo pues hay de todo en la viña del Señor, como reza el dicho; pero se está repitiendo de manera alarmante cuando escuchamos de "chutos", "recepcionados", "implementados". "accesados", "clanes familiares" o el absurdo mismo de informar el recojo del "cadáver muerto" de una persona o la voluntad de seguir "subiendo arriba" o "salir afuera", que se han hecho más que comunes y se usan con desparpajo.
Como si fuera poco y como gran cosa se insiste y repite sobre un supuesto periodismo de investigación que, así como dejó perplejo al Gabo, nos asombra también a nosotros ya que nunca las noticias se entregaron en forma escrita y elaborada en las redacciones y el trabajo mismo de recolectarlas implica una investigación que es más rigurosa, cuanto más entregado sea el periodista a su trabajo. No hay pues tales nuevas áreas o virtudes. Pero lo que más llama la atención es la reticencia a la lectura que se percibe claramente entre quienes aparecen, especialmente, en las pantallas o las ondas de radio y se explayan de manera cínica con una retahíla de absurdos.
El periodismo ha dejado de ser, como decía Doña Ana María Romero de Campero, ese lugar donde se podía encontrar personas cultas e informadas y está siendo invadido por los bárbaros del lenguaje y del cientificismo.

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