Uno de los peores azotes de la humanidad es eso de la moda. Pese a que la era moderna empezó y terminó hace siglos, la sofistería no termina nunca de afirmar que la moda es esto o lo otro obligándonos, simplemente, a que esclavicemos nuestro espíritu o vivamos como idiotas. Y nada escapa al sofisma, la ciencia como al consumismo.
Hace tiempo varios escritores latinoamericamos se quejaban reiteradamente que nuestros países no se incorporaron efectivamente a la civilización o la ciencia; con todo lo relativos que pueden ser algunos conceptos y conclusiones, no hay duda que, casi, casi, vivimos siempre tratando de subir al último vagón y nos jactamos de ello. Un argentino decía que nos hemos beneficiado del teléfono y la televisión, por ejemplo, pero nada hemos hecho para conocer su funcionamiento, es decir, nos hemos quedado en el disfrute pero no hemos ido al conocimiento de la tecnología.
Lo mismo podemos decir de la nanotecnología o ese arsenal atómico y nuclear que, en cualquier momento, puede arrasar la tierra; pero nada decimos de eso porque nos han negado su conocimiento. ¿Sabe usted cuántas bombas per cápita existen en el mudo? ¿Conoce su poder? ¿Sabe cuánta hambre o sufrimiento podrían mitigar esos gastos estúpidos? Aunque hay varios libros con esos datos estadísticos la gente no los lee o no quiere mirarlos porque la moda le obliga más bien a ver cómo huele, qué viste, cómo se intoxica y qué facilidad tiene para estupidizarse. Basta ver cómo algunos viven "ensimismados" con sus celulares o no saben qué hacer con ellos mientras mascan chicle, para darnos cuenta que la moda es la estulticia.
Llega a tanto que hasta es risible como cuando dos enamorados chatean por su celulares y son incapaces de decirse algo, estando uno al lado del otro. Lo que nos hace concluir que más que aprovecharnos de algún avance estamos perdiendo facultades o permitiendo que nos hagan más imbéciles. Si hace décadas atrás los investigadores de una universidad le preguntaban a una residente en cierta isla por qué se dirigía a un árbol para ponerse en contacto telepático con su marido y ella respondía que porque no tenía teléfono; imagínense ahora lo que podrían demostrar otras investigaciones y averiguaciones sobre el cientificismo, el consumismo y la estupidización.
Pero es la moda; ya no se puede hablar, incluso, de tal o cual libro o pintura o escultura sino que hay que hablar, para ser moderno, de las "lolas", por no llamarlas tetas, de la fulana de los pompis, por no llamarles culo, de la mengana o de la patada de burro del crack de turno.
La moda no incomoda, dice otro sofisma, y entre sofisma y sofisma vamos perdiendo la vida.
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