Hay una ola en el mundo que también se siente en Bolivia, la insurgencia de las más bajas pasiones que se traducen en crímenes de niños, de grupos de personas o indiscriminadamente.
Ya no sorprende que en los EEUU se produzcan matanzas a cargo de pistoleros que, por esto o lo otro, salen a disparar sin saber a quién matan o hieren y luego se suicidan; tampoco es ya noticia que en algunos países el terrorismo siga siendo una forma de lucha; pero lo que es más difícil entender es que una madre se involucre en el secuestro y muerte de sus hijos.
Pues ha sucedido en nuestra patria donde, aparentemente, los asesinos de una mujer y un bebé actuaron en concomitancia y complicidad de las madres de las víctimas; no es primera vez que sucede pues también se han dado casos donde párvulos han sido estrellados contra las paredes o el piso para deshacerse de ellos por diversos motivos.
¿Qué está sucediendo? Es difícil decirlo porque no se han estudiado la mayoría de los casos o porque no hay voluntad para hacerlo, ya que las implicaciones del mundo actual pueden resultar demasiado dramáticas en un ambiente donde el materialismo se impone no sólo ya en los sistemas de gobierno sino en la vida cotidiana de las personas que, por muy religiosas que aparezca, resultan ser adoradores del nuevo dios: el dinero o el consumismo.
No es el planeta sólo el que está enfermo sino el hombre, la sociedad y aunque se diga que siempre han existido crímenes donde se descubrían las bajas pasiones, el número o la información que se sabe de ellos es preocupante. Claro que todo puede perderse en estadísticas que ya a pocos convencen o no reciben la importancia que debieran; pero los hechos están ahí; peor todavía cuando se dice que la humanidad progresa a la par que la ciencia y la tecnología cuando la realidad nos muestra que no acabamos de salir de las cavernas.
Pero no solo es el hecho más o menos aislado de este o aquel crimen sino la organización del mismo por la guerra, las epidemias, las plagas o las pestes que, varias veces, se sospecha que se ponen al interés de los comerciantes de armas, de drogas o de productos químicos que pasan por benéficos cuando el objetivo es más bien por el lado contrario. Ahí están los ejemplos y sospechas sobre el SIDA y la gripe AH1N1, para sólo citar dos casos; pero que son igualmente, o más, censurables que los crímenes que comentamos.
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