La fuga del judío norteamericano, haya o no intervenido la CIA, no sólo nos pone en ridículo sino que destapa una serie de absurdos que se dan todos los días y los vemos como algo normal.
Según la CPE todos tenemos derecho a la identidad y, por lo tanto, a hacerla valer; pero acérquese a una institución pública o privada para hacer un nimio trámite y lo primero que le exigen es que presente su cédula de identidad y fotocopias de ella. ¿Dónde queda aquello, aunque se diga que es exagerado, de presumir la inocencia del individuo mientras no se pruebe lo contrario?
Ahora, si se trata de pagar tributos tampoco hay equidad, igualdad pues los explotadores del transporte privado, que funciona como público, no lo hacen y tienen una serie de ventajas que hacen patente la discriminación, igual que los cocaleros o los autodenominados "cooperativistas" que son los nuevos barones de las minas.
Y, como no puede ser de otra manera, donde también se ve esta discriminación y autoritarismo es en los partidos de la politiquería nacional donde, verbigracia, uno de los militantes del candidato Doria Medina ha sido despedido y expulsado por éste en desconocimiento total de la democracia y los derechos individuales; lo mismo que, en el ámbito internacional, ha advertido la Canciller alemana a sus aliados: "las decisiones las tomo yo".
Ni para qué hablar de los monumentos al absurdo que escuchamos en la televisión o la radio o se deslizan hasta en los impresos; desde el recojo del cadáver muerto de una persona hasta las cintas de la caja negra de un avión siniestrado que fueron "lecturadas" en el Brasil, hay un amplio y copioso muestrario de cómo no deben ser los españoles los que peor hablan el idioma, como afirmaba Gracian hace varios siglos atrás, sino los que lo hemos adoptado pero no logramos adaptarlo.
Tan absurda es la realidad que tenemos un transporte público en manos de unos pocos explotadores que se aferran a una serie interminable de beneficios; pero ellos mismos los burlan a sus explotados: sus colegas choferes. O el comercio que está en manos de contrabandistas, piratas o lavadores que han hecho de la Universidad un mito porque ya no garantiza nada a nadie y porque es mejor dedicarse a "minorista", "gremialista" o cualquiera de esos eufemismos que se usan para esconder la economía informal e ilegal, que tratar de vivir de un título.
Y, y como si no fuera suficiente, tenemos burocracias administrativas de todo tipo; pero se quedan en eso: la burocracia, porque no cumplen sus funciones gubernamentales y, es más, negocian con todo y por todo so capa de democracia, de predisposición al diálogo o lo que fuere.
Si quisiésemos escribir una antología de todos los absurdos que vivimos diariamente en el país y el mundo no abastecería la producción actual de papel ni el tiempo de varias vidas porque el trabajo es de colosos que, nada raro, se dejen llevar también por al absurdo como eso de escribir la historia.
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