La última cita en las urnas en Chile nos deja varias sensaciones. En primer lugar, y fuera de las simpatías o antipatías por Bachelet, la incertidumbre es real porque puede dar paso a muchas cosas: La frustración por la democracia de mercado en varios países, el sectarismo o partidismo que continúa sin que pareciera que fue la causa de la defenestración de la "clase política", la posibilidad de retorno a regímenes no constitucionales, por las causas anteriores, y, en el caso chileno, la estabilidad y permanencia de la oligarquía de ese país en el poder, pese a los aparentes cambios en los ocupantes de La Moneda.
Si bien los ínfimos porcentajes reales de la victoria de Bachelet deben preocupar a todos sus conciudadanos internamente también hay motivos de preocupación, principalmente, porque no hay oposición y porque el oficialismo parece dedicado exclusivamente a desgastarse; no únicamente por disensiones entre sus aliados o seguidores sino también por un cierto discursito marxistoide que ya no va con los tiempos en que vivimos y más que simpatías provoca rechazo o estupor ante la persistencia de la alienación y la sofistería.
Estos factores pueden hacer que el ausentismo en las urnas también esté presente, pese al voto obligatorio, o se den opciones de voto no siempre saludables como el pifiado, el nulo o el blanco, que no son otra cosa que demostrar descontento.
Ojalá que no nos suceda como en Chile, donde al conocer los magros resultados, la victoriosa proclamó que eran las reglas del juego y se subió al tren que conduce la oligarquía y que no tiene visos de cambiar en todo ese sistema de privilegios y discriminación que se sostiene hace siglos y que ha hecho de sus gobiernos simples intermediarios de intereses ajenos.
En el caso de Bolivia es también preocupante la vulnerabilidad que se traduce no sólo en que no estamos fortaleciendo un sistema de gobierno que persiga el bien común sino que las frecuentes fugas de implicados en delitos penales o contra el Estado, nos recuerdan amargamente que nuestras instituciones no funcionan y que es fácil hacerse instrumento de manipulaciones foráneas para hacer aparecer "refugiados", "perseguidos políticos" o "inocentes" que aparecen fuera de nuestras fronteras como si no habrían hecho nada. Y, como si fuera poco, persistimos en el error de legislar de acuerdo a las olas, las presiones onegesistas o la simple sofisticación, interprétese como mentira o como tendencia al esnobismo.
Y, si miramos el panorama electoral, nos encontraremos que no tenemos respuestas a estas incertidumbres por lo que el porvenir puede ser tan o más incierto que en Chile.
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