El acontecimiento de ayer fue el satélite Tupac Katari que dio pié a toda clase de especulaciones e ingenuidades o inocentadas. Mientras algunos se desgarraban las vestiduras porque habiendo tantos pobres no se puede gastar millones en un artefacto que está a miles de kilómetros de la tierra y no saben para qué sirve; otros, no pudieron dejar al lado ciertas susceptibilidades o temores y alguna dijo que se sentía feliz; pero que ojalá no se nuble el cielo.
La cuestión es que el gasto está hecho y no depende tanto del satélite mismo lo útil o inútil que pueda ser sino de lo que se haga en la tierra pues, paralelamente, se debe poner en marcha toda una infraestructura que haga posible sacar el mayor beneficio de la comunicación satelital y no es cierto que, por ejemplo, la velocidad o el costo del internet suba y baje, precisamente, porque las obras de la tierra no lo permiten, es decir, la fibra óptica que se usa para la transmisión y que, además, no está en nuestras manos.
Que se va a mejorar la información en general, no sólo la periodística, es cierto; pero si se instala todo lo que sea necesario para que personas comunes y autoridades puedan acceder a los servicios y ello no sólo requiere aparatos y energía sino también conocimiento. Si hiciésemos un inventario en el mundo sobre el uso de la nueva tecnología de la comunicación no hay duda que nos encontraríamos que la subutilizamos para cosas tan superficiales como "chatear", mandar mensajes de texto ramplones o buscar lo que dijo o no dijo cierto personaje más fugaz que la espuma de la mala cerveza.
Pero de verdadera información, de ciencia, aunque sea de cientificismo, la búsqueda es escasa, lo mismo que de arte o de filosofía, para sólo citar algunas importantes que no tienen el lugar que les corresponde porque la propia tecnología nos envuelve en el consumismo más que en la explotación de sus ventajas.
Hace muchísimo tiempo, verbigracia, que hay quienes postulan que los museos, las bibliotecas, los laboratorios debieran poner al alcance de todos los usuarios del mundo lo que poseen; pero siempre se han alzado obstáculos porque también la tecnología está sumergida en la economía de mercado que, como sabemos, responde a todo menos al mercado.
Que el satélite ya está allá, que hay que esperar que funcione eficazmente, es lo de menos; ahora corresponde empezar o continuar trabajar en la tierra para que no sea un elefante blanco volando y no sólo depende de las autoridades sino también de nosotros.
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