Tal como sospechábamos, el "acuerdo programático" entre el gobierno actual y la COB, que desistió de hacer partido, se basa simplemente en el reparto de candidaturas a diputados, senadores y otras yerbas menores.
Ya se estarían barajando los nombres de los nuevos "honorables" que de tal no tendrán sino el protocolo porque, entre ellos, por ejemplo, hay uno que tiene más sospechas que cualquier carnicero de épocas de terror y, sin embargo, se ha mantenido siempre en la cresta de la dirigencia que no tiene reparos ideológicos o morales, como puede pensar el ciudadanocomún.
Hace ya décadas que la dirección de los trabajadores en Bolivia, casi, casi, se encuentra en las mismas manos, un monopolio que no ha querido dejar ni el marxismo ni el trotskismo, que hablan mucho de democracia, de libertades y derechos pero que a la hora de la verdad, no las conocen ni por el forro. Quienes hayan seguido alguna vez, la historia del sindicalismo pueden establecer claramente un antes y un después de la lucha por las reivindicaciones de los proletarios que, antes de la "revolución nacional", se hacía a riesgo de la vida y el empleo y, al calor de las "banderas de abril", se corrompieron profundamente en la recepción de comisiones, viáticos, "coimisiones" y otras prebendas que hicieron de la dirigencia sindical todo un camaleón que hoy podía estar convenientemente callada ante la tiranía cobrando de gastos reservados o salir a las calles para protestar por un régimen que había perdido la confianza de la embajada.
Pocos hay que se puedan nombrar sin tacha en la dirigencia de los mineros, que fue el sindicato más fuerte y aguerrido y casi todos son anteriores a la irrupción del "libertador económico"; después es preferible no mirar porque el espectáculo asquea no únicamente por la frustración que deben sentir los propios proletarios sino por la venalidad que se ha ido descubriendo cada vez más descaradamente.
Ni siquiera ya está "el maestro" Lechín que hizo transición entre una y otra época con diferentes matices, desaciertos o sospechas y la realidad nos muestra que no dejó legado alguno, ni de liderato ni ideológico y, peor todavía moral.
Al calor de la nueva campaña electoral serán esos personajes que se disputarán curules y oficinas con los del oficialismo que puede provocar una disminución del voto por aquello de "dime con quién andas, te diré quien eres" o es preferible "solo que mal acompañado". Y no es sólo un anuncio de más sinvergüenzura sino de degeneración de la propia democracia pues el sectarismo de los "proletarios", acostumbrados a ganar sin trabajar, es archiconocido.
Lo que hay que relievar es que no hay "principios programáticos" ni alianzas verdaderas sino contubernios, conchabamientos; lo mismo en quienes se dicen del oficialismo como de la oposición que está haciendo exactamente lo mismo con tal de sumar, aunque sea de a poco.
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