La revolución francesa se colocó a la vanguardia del pensamiento de su época y proclamó los derechos humanos; siglos después hizo lo mismo la ONU con gran estruendo; en la década de los sesenta Suecia proclamó la gran sociedad y empezó a colgar de los cuellos de los niños las llaves de sus casas, permitiendo a las adolescentes recibir a sus novios en sus dormitorios, criticando la violencia contra los niños y haciendo la vista gorda al consumo de drogas; las mismas que hasta legalizó hace poco.
El estruendo de las medidas "de avanzada" no ha podido acallar que tales "conquistas" hayan reabierto fábricas de cinturones de castidad, que se hayan cambiado las chapas de las casas o que haya una fuerte tendencia actual a suprimir el libre consumo y venta de la mariguana y otros estupefacientes.
Ya conocemos parte de lo que ha ocurrido con la "revolución rusa", la mexicana, la boliviana o la castrista, aunque la historia se empecina por no revelar algunas cuestiones y tampoco sabemos si Rosas, por ejemplo, o Sarmiento tenían la razón en la Argentina.
En estos días Uruguay está legalizando la producción, venta y consumo de la mariguana y hay algunos que aplauden las "medidas de vanguardia"; lo mismo se decía, otrora, sobre la ley seca, el control del narcotráfico y muchos sofismas más que pasaron sólo siendo eso: sofismas.
Los uruguayos tienen todo el derecho a asumir las medidas que quieran en su país; pero en un ambiente donde la interdependencia no puede ser desconocida, no sólo que hay que respetar tratados y convenios internacionales sino procurar que los vecinos no se sientan afectados por las medidas internas. Aunque no tenemos frontera con ese país pero el consumo de las drogas y la fabricación no es un hecho aislado, ¿nos afectará la medida negativamente?
Lo malo del entusiasmo revolucionario es que no se tienen en cuenta muchos factores a la hora de actuar y se producen graves retrocesos como aquellos que se dieron en la propia revolución francesa o la bolchevique, para sólo citar los más conocidos y sin olvidar a lo que dieron pábulo muchos de esos actos en la América Latina, como en el caso de Bolivia donde los campos de concentración fueron la tónica de las supuestas "banderas de abril".
Si los holandeses están a punto de revisar sus medidas porque son más negativas que positivas, ¿no habría sido mejor esperar para imitar algo que de la vanguardia nos puede llevar a la retaguardia?
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