Como ya se ha abierto el preelectoralismo en Bolivia, es preocupante que se presente desierto y peligroso. Desierto, porque la resolución del Tribunal Constitucional ha sido observada públicamente y puede traer cola; peor todavía cuando no hay adversario a la vista, por muchos esfuerzos que hagan algunos politiqueros cuestionados que parten del: Yo o nadie.
Y es peligroso porque este ambiente puede conducirnos a tener que elegir, así sea por mínimos márgenes, a majaderos, separatistas. trotskistas o estalinistas, que nada tienen que ver con la democracia.
Y, como si no fuera suficiente, no podemos descartar la conspiración internacional que así como se ha ejercido en el pasado, se ejerce ahora y se puede ejercer, muchos más, en el porvenir porque hay, quiérase o no, estrategias hegemónicas que nacen en el Norte y de las que no se puede desligar fácilmente la convulsión que ya se vive y que no aprendemos del pasado, cuando la "gloriosa central obrera boliviana" condicionó golpes de Estado.
Y, como si eso mismo no bastase, es cada vez más evidente el control de los medios de comunicación por intereses extraños al bien común, a la colectividad, a la democracia; sea a nombre del liberalismo, sea con la excusa del "centralismo democrático", que no dudan en manipular la información, en sectarizar la opinión y hacer del circo más vulgar una suerte de adormidera.
Este es el ambiente preelectoral; no nos engañemos. Si no hay candidato oficialista tampoco se percibe uno de oposición y entre la desesperanza y la confusión cualquiera puede salir con resultados sumamente nefastos, para el sistema de representación, para la integridad de la república y para la continuidad del sueño de la independencia; ahora que, incluso, jugamos algunas cartas ante los tribunales internacionales de justicia y las logias no han sido tocadas.
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