Hay una vieja zamba del folclore argentino que en su letra dice: "las penas son de los hombres/ las vaquitas son ajenas.." dando a entender que para el hombre común, para el ciudadano medio, todas son penas, mientras el disfrute de la riqueza es para unos cuantos, llegando incluso a la paradoja de tener los hombres la desdicha de tener que cuidar la opulencia de los pocos.
Esta figura se repite diariamente en Bolivia donde unos pocos se han acostumbrado a ejercer medidas violentas de presión, como las manifestaciones, los bloqueos, los dinamitazos, las invasiones, para obtener beneficios sectarios, personales, familiares incurriendo, voluntariamente, en el delito de coerción o extorsión, en contra del bien común.
Por ejemplo, son decenas o centenas los bloqueos que se ejecutan para pedir que tal o cual alcalde se vaya a su casa porque, supuestamente, nada ha hecho o existen sospechas de inmoralidad; esa violencia puede ejercerse desde las tomas de las edificaciones respectivas hasta el cierre de avenidas o carreteras y en contra de gente que nada tiene que ver con el problema; lo curioso es que no sólo se atenta contra el bien común o el orden público sino contra la ley porque lo que mueve a esos grupos es más bien la conspiración, la subversión, la típica actitud oposicionista de los politiqueros que, impotentes de dar ideas o competir ideológicamente, prefieren servir intereses bastardos, espurios, sin ningún sentido. Si se investigara muchas de estas acciones ilegales, se llegaría a la conclusión que son unas cuantas personas, a veces familias, que están por detrás de estas acciones y que, paradógicamente, son contrarias al bien común, a la sociedad, a la ley y que lo único que buscan es beneficiarse de lo ajeno; así sea un terreno, una casa, un trabajo o, finalmente, la oportunidad de corromperse impunemente.
Por eso es que las más de las veces, las penas son de los hombres; pero las vaquitas son ajenas y no están ni estarán a su alcance ni se busca que lo estén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario