Sólo el que no quiere ver puede tener algunas dudas sobre una nueva y próxima confrontación bélica, O, más exactamente, una otra invasión al estilo de Iraq o Afganistan. Porque eso del insulto a los musulmanes, a través de una grabación que nadie sabe de dónde es y de quién, no es más que la repetición de Pearl Harbor o el asesinato del Archiduque de Austria que, según las mentiras oficiales, fueron los desencadenantes de la segunda y primera guerras mundiales; por mucho que se hayan reducido a unos pocos intereses que se jugaron de la forma más obscura posible y en beneficio del vil metal.
Hoy también la cuestión está centrada en eso: la crisis del sistema de especulación que se maneja como economía mundial y que encubre la explotación más ignominiosa del hombre por el hombre. A las medidas y reacciones que se han dado y que se están dando en algunas naciones europeas con drásticas reducciones de los presupuestos de educación y salud; mientras los banqueros cínicamente se niegan a cambiar, hay pues que añadir estos aprestos bélicos que servirán no únicamente para hacerse de nuevas riquezas sino para distraer sobre el fondo de la crisis del materialismo que agobia al mundo entero, de mano de la avaricia y la soberbia.
Ni en Irán, ni en Siria ni en ningún otro país islámico existe un motivo siquiera para generar una guerra de invasión y de exterminio; pero los adoradores del nuevo becerro de oro, siempre encuentran las excusas para seguir engañando a la gente y, para ello, nada mejor que matar unos miles o millones, supuestamente, en defensa de esto o lo otro, que no es más que la expresión del cinismo y de la estulticia con que se maneja el destino del planeta y del hombre. Y ante la estupidez poco se puede hacer, porque se refugia en la razón; en un escarnio más de la inteligencia.
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