Si tomamos la frivolidad en sus acepciones de insustancial, veleidoso; podemos comprender cómo el materialismo se ha beneficiado de la frivolización de los medios de comunicación, llevándonos a perder verdaderas joyas de la historia y la evolución de la humanidad.
Por ejemplo, ya no se escucha la llamada "música clásica" o "bel canto" y, ahora, cualquier mamarracho es "clásico" y se difunde con estridencia por la radio o la televisión; pero no sólo eso sino que también se está perdiendo la música autóctona de muchas naciones que, incluso, era más valiosa que la folclórica que se está distorsionando fuertemente por el comercio; a tal punto que, verbigracia, en Bolivia hemos escuchado un "bailecito" que sólo contenía dos partes cuando la particularidad de ese aire es, precisamente, dividirse en tres, supuestamente el atentado se produjo por recomendación del productor.
Tampoco hay relevos en cantantes de la talla de "Ima Sumac", una suerte de cantante lírica peruana con música autóctona o folclórica, los mismo que Pepa Cardona que, junto Tito Yupanki, nos regalaron música de verdad hace varios años atrás. Y no es que seamos chauvinistas o cosa por el estilo sino que vemos con preocupación que la música jesuítica del Oriente boliviano está corriendo la misma suerte; aunque esté en un proceso de "boom" que la está sacando de su contexto.
En conclusión, ya no hay más que excepciones de arte que lleguen, efectivamente, al espíritu y todo se mide por el éxito comercial que no es más que frivolización o, tal vez, una caída todavía no bien percibida del arte en general en la pornografía que es lo opuesto a lo que el hombre busca como modo de superación y evolución. Con razón hace tanto tiempo que se vienen tocando los tambores de la decadencia de la cultura occidental que se niega tozudamente a ser reemplazada por otras expresiones más cercanas a la propia calidad humana.
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