Como en todas partes también en Bolivia chocan dos extremos: la estulticia y el exagerado optimismo. Para algún despistado dirigente "cívico", por ejemplo, en Cochabamba, que celebra un aniversario más de su gesta heroica, no hay nada que festejar; mientras algunos creen que el porvenir no puede ser más venturoso por el anuncio de obras hechas por el gobierno central.
Si bien es cierto que se han entregado los proyectos y hasta los contratos para carreteras, fábricas viaductos y otras obras menores; lo que sigue faltando es un proyecto regional, algo que haga frente estructural a la crisis departamental que no se va a solucionar con la supuesta eficiencia, incluso, de las obras anunciadas porque continuará el despoblamiento rural y, consiguientemente, la desertización de la tierra y la migración de las gentes al interior o exterior el país; aunque se consiguiera paliar algunos efectos, lo que pone en riesgo los programas del gobierno del autoabastecimiento alimentario. No hay pues suficiente material o argumentos como para ser exageradamente optimistas.
Pero la posición contraria, la estulticia, se parece también a la que asumen las autoridades universitarias, no todas, que insisten en un mayor presupuesto aunque los índices de buena administración están por los suelos pues teniendo dinero no lo gastan y ninguna de nuestras universidades, públicas o privadas, aparece siquiera en las estadísticas que se elaboran como las mejores del mundo o del continente y se insiste, en muchas partes, que no todo es cuestión de dinero sino de inteligencia y predisposición al cambio necesario y oportuno.
¿Un justo medio puede ser la solución? Al parecer tampoco porque si bien, de una parte, los esfuerzos del gobierno nacional pueden generar una mejor eficiencia en los locales, lo que parece no tener remedio es la estulticia que se percibe; sea como una oposición completa mente hueca ideológica o programáticamente o un sectarismo o partidismo marginador que se nota entre algunas organizaciones que no logran entender que el bien común debe estar por encima de todo. En todo caso, quizá la balanza esté un poco más hacia el lado del optimismo que de la estupidez.
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