Los que se hacen a los payasos, generalmente, no arrancan ni una sonrisa; en cambio, los que se hacen a los serios, muchas veces,. desatan la carcajada.
Es lo que está ocurriendo con algunas personas que, haciéndose a las inteligentes, hablan que se estaría "judicializando" la protesta, al prohibir que, por ejemplo, se usen "cachorros" de dinamita que destruyen calles, avenidas y el oído de los pacíficos ciudadanos o cuando se sienten perseguidos por sus corruptos hechos, se hacen a los "perseguidos políticos" y hay quienes se hacen eco, supuestamente, por defender los derechos.
Nada más falso; la protesta, si bien es un derecho, no puede desconocer el de los demás a vivir en un ambiente de paz y sin los sobresaltos que se ejercen violentamente, como los ruidos de los petardos, los "cachorros" o los bloqueos que perjudican no únicamente su ambiente sino también su economía y su propio goce de derechos constitucionales.
Lo mismo pasa cuando se administra la justicia; no pueden los acusados denunciar persecución o drasticidad, cuando todo el mundo conoce se origen, su trabajo, si es que alguna vez lo tuvo, y todavía nuestras ciudades son pequeñas como para que pasen desapercibidas las malas acciones que dan frutos por el ambiente de corrupción e impunidad. Como se dice en México: "No nos hágamos tarugos".
Lo peor es que, muchas veces, los desocupados de las ONGs o los "analistas" ayudan al ambiente de inversión en que las palabrejas hacen su efecto y, en lugar de cumplir un papel con la sociedad, atentan contra ella.
La violencia significa siempre una actitud que puede aterrorizar; mientras la ley tiene que cumplirse porque es para todos y los petardistas no pueden salir impunes, mientras los jueces cumplan su papel.
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