domingo, 10 de junio de 2012

TIEMPOS DE CAMBIO

En el mundo entero vivimos tiempos de cambio. ¿Pero por qué? Hay una diversidad de factores que se pueden resumir en uno solo: el fracaso de la política o, más exactamente, la politiquería; porque desde que los griegos en el ágora se presentaban con la soga al cuello para proponer políticas de administración estatal y, si no convencían, tiraban de la cuerda, la politiquería se ha ido adueñando del planeta para sus fines materialistas y egoístas.
Esta frustración popular y fracaso politiquero se siente lo mismo entre los indignados europeos, en las disputas de minorías sobre falsos problemas en nuestras tierras o en la discrepancia sobre las políticas de la primera mandataria argentina. Las especulaciones al respecto, van también de uno a otro lado sin concierto; mientras para los idealistas lo que hay que sustituir es el capital, la avaricia, el egoísmo, para los más realistas todos se debe a las intrigas que se tejen alrededor del gobierno oculto de la tierra, aunque todo parezca contradictorio.
En todo caso, el proceso de cambio continúa; en unas partes con la insurgencia abierta de descontentos que quieren ser escuchados, en otras pidiendo una democracia real y no de mercado y en muchas otras en contradicciones sobre la realidad y las "políticas", como tanto vemos diariamente en el acontecer europeo donde ya nadie sabe si fortalecer el Euro o el retorno a las monedas locales puede ser la salvación.
Lo malo de este ambiente de cambio es que está sembrado de confusión, de impostores y usurpadores mientras la realidad nos hace percibir, más claramente cada día, que tanto la derecha como la izquierda son lo mismo, que ya no hay opositores porque el debate ideológico no existe más, que la credulidad en el hombre, en sus instituciones corre grave riesgo porque ya no trasuntan ninguna realidad.
Y, aunque no se crea, todo este vacío lo que nos está reclamando es una mejor atención no únicamente al planeta, al sistema de vida de la humanidad sino también al contacto con el exterior, es decir, el universo en general, no buscando los planetas que, probablemente, tengan vida sino el origen de todo. Volver a las cosmogonías es hasta imperativo si queremos estar de acuerdo a la actualidad, porque ya el materialismo ha fracasado y sigue fracasando, vestido del verde del dólar, del rojo de la supuesta resurrección rusa o del azul monárquico francés. ¿Y quién puede guiarnos en esta búsqueda de cosmogonías, cuando todo hemos teñido de mitos y hasta de mentiras?
Esta es la más profunda realidad de los tiempos de cambio: Compromete la esencia misma del hombre.

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