Con el arreglo eventual que se ha firmado entre el gobierno boliviano y la tropa policial, el tema no ha concluído y hay que seguirlo con una profunda reestructuración que haga justicia a cualquier salario que perciban los uniformados; porque de lo que más se queja la ciudadanía es de sus omisiones y de sus tendencias a la corrupción; mientras la seguridad ciudadana es cada vez más pura teoría porque no sólo que los policías no están capacitados para hacer una buena investigación sino también porque la sombra de la "mordida" está siempre presente y puede ir desde aquellas infracciones que se negocian cuando un conductor es sorprendido conduciendo ebrio, hasta delitos mayores que hace que los delincuentes entren y salgan de las cárceles con una permisividad y facilidad que asombra.
De otro lado, no podemos estar arrastrando la improvisación secular en este organismo de seguridad y hay que hacer lo posible no únicamente para que la oficialidad se forme convenientemente sino también la tropa y en instituciones de prestigio y no tan cuestionadas como las que existen actualmente, donde se han descubierto negociados que van desde el ingreso a la academia, hasta la venta de uniformes para posibilitar ese ingreso y donde están involucrados varios sectores de la entidad "verde olivo".
Si cualquier ciudadano quiere comprobar la eficiencia del servicio policial no tiene más que ver lo que pasa, por ejemplo, en las esquinas de nuestras calles de la ciudad donde los llamados agentes de tránsito o, comúnmente, "varitas" no cumplen más función que charlar entre ellos, ver indolentes cómo se repiten las infracciones al Reglamento de Tránsito o, lo que es peor, actuar para exigir una coima. Lo hemos hecho varias veces y cuando reclamamos sobre esta ineficiencia tanto a simples policías como sus oficiales recibimos respuestas como: "no tengo ojos en mi trasero", "usted no me paga", "¿no ve que estoy cumpliendo con mi deber?" que, en su oportunidad, comentamos a través de las páginas de un diario local sin recibir otra respuesta que el silencio.
Cualquier ciudadano común está vacunado por la acción de los policías y esta percepción que tiene es causa también de impunidad porque cuando se le consulta por qué no acudió a denunciar un robo, un asalto, una violación, un secuestro, la respuesta casi siempre es la misma: ¿para qué? Y hasta conocemos de víctimas que, después de haber contratado un detective privado, tuvieron que conformarse porque el botín ya había sido repartido entre policías y delincuentes y no había otra cosa que hacer, como decía el contratado, que ir a "rayar en el río" la pérdida sufrida.
Además, en el caso presente, hay que hacer las respectivas investigaciones de inteligencia para determinar algunos actos que no tienen explicación, como la quema de documentos de inteligencia y de su comisión disciplinaria, así como la conexión con afanes golpistas que sí pueden estar presentes considerando varios factores que se están dando en la América Latina.
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