Desde que los propios trabajadores de las fábricas quemaran éstas, como protesta por la contaminación que producían, apenas iniciada la era industrial, ha pasado mucha agua bajo los puentes; pero lo que seguramente nadie pensó era que la industria se iba a dedicar al desecho, o, más exactamente, al desechable para así mantener un mercado siempre abierto.
Porque desde hace tiempo, las fábricas producen artículos que no tienen mucha expectativa de vida y deben ser reemplazados en determinado tiempo; pasa con los televisores, la línea blanca, los automóviles o cualquier otro producto que no sólo pasa de moda sino que se gasta fácilmente, al contrario de lo que se producía hace unas décadas atrás.
La contaminación es pues algo intencional, deliberado, porque lógicamente que los desechos tienen que ir a alguna parte y no se han creado basureros especiales para eliminarlos; ahí están los ejemplos de las pilas, los monitores, los CPU, las impresoras y un largo etcétera que involucra también los autos que se envían a países y ciudades para evitar una mayor polución.
Algo que también llama la atención es que los parques, las "reservas", han pasado a ser parte del negocio de las transnacionales o de la hegemonía porque no únicamente que se los declara de acuerdo a parámetros que no son nuestros sino que su "manejo" se lo adjudica a capitales extranjeros, como ha pasado reiteradamente en varias partes del planeta y cuya propiedad apenas si sus verdaderos dueños se han dado cuenta que ya no les pertenece, como en el caso de cierto acuífero argentino.
La economía "de mercado" ha ido extendiendo sus garras por todas partes y no es que el hombre, por sí solo, sea un contaminador nato sino que la industria lo ha transformado en tal imponiéndole el uso desde la bolsa de plástico hasta el automóvil "utilitario" o de "lujo" que, en los hechos, son irreparables pero, eso sí, muy sustituibles.
Por lo tanto, lo que llama la atención es que, ahora, todo el mundo se autocalifique de ambientalista, ecologista, o cualquier ista de moda; pero que los verdaderos responsables del drama del planeta no sólo queden indemnes sino vivitos y contentos y dispuestos a seguir explotando la estulticia de la gente, que no quiere darse por enterada que no es más que un títere del mercado; que tampoco es cierto que se regula a sí mismo sino que responde a los intereses de los especuladores, los acaparadores, los avaros; así se trate del azúcar, del petróleo o los metales preciosos, donde tampoco escapan los productores renovables porque hasta un registro internacional se ha creado para cobrar patentes y otras exigencias como si fuera el vil metal el dios del mundo.
No nos engañemos; la contaminación también es un buen negocio y en él entran los parques, las reservas y todo lo que se pueda cambiar por unas monedas o por miles de millones del "verde" que ya no está tan seguro y que quiere torpedear las otras monedas para asegurar su subsistencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario