Para quienes no se dejan llevar por la desinformación, el tema del TIPNIS ha sufrido una lamentable distorsión que lo ha desvirtuado todo. Desde el goce de los derechos de los nativos, hasta la función de la tierra en el planeta, pasando por situaciones curiosas, por decir algo, donde organismos no gubernamentales no les permiten a los habitantes del sector ejercer sus derechos y hacen bandera de ellos en una clara figura de impostura y de usurpación.
De otro lado, independientemente de reconocer los derechos de los "indígenas", hay que establecer que el Estado, es decir, el común de la gente asentada en determinado territorio y sujeto a leyes espontáneamente aceptadas, tiene preminencia sobre cualquier sectarismo o expresión de una voluntad particular, que no puede desconocer la voluntad general.
Entonces, las obras que pudieran ejecutarse en ese territorio tienen que consultar la mayoría, la voluntad general, el bien común y, peor todavía, cuando en ese mismo lugar hace rato que se practica la deforestación, la caza de animales silvestres, la explotación de la flora, el alquiler de tierras para la construcción de pistas de aterrizaje y una serie de negocios que, al parecer, son la causa de la controversia pues mientras unos quieren mantener el monopolio, otros piensan que no se puede sostener en una suerte de extraterritorialidad que es más dañina que su propia extinción como reserva.
Tanto el Gobierno como las ONGs han acudido a lo que les conviene en el tratamiento del asunto y, por tanto, no están actuando de manera correcta en torno a las cuestiones de derecho universal, de la democracia, en una lamentable disputa para ver quién distorsiona más el tema.
Hablar de ejemplos de obras públicas que han pasado sobre patrimonios naturales, históricos, arquitectónicos o de otra índole sería extenso y la única manera de encarar la cuestion con autenticidad sería proponer un nuevo estilo de vida, diferente, muy diferente, al que la humanidad tiene actualmente a lo largo y ancho del planeta, donde el concepto de desarrollo o crecimiento sirve, más que a tales propósitos, como una estrategia para mantener el materialismo, la hegemonía, la politiquería y el sistema de explotación del hombre por el hombre.
Se ha montado un escenario sofístico de principio a fin; desmontarlo no es fácil y hay que luchar no únicamente contra la desinformación sino también con la alienación cultural y materialista que se extiende por doquier, hasta entre los mismo nativos, "indígenas", ONGs, asesores o simples e ingenuos voluntarios. Pero, por lo menos, hay que aclarar algunas cuestiones urgentente y, entre ellas, esta lamentable distorsión donde los que menos cuentan son los propios nativos. Y, si no, que lo digan los mismos marchistas.
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