Para los que conocen la politiquería que se maneja en el mundo, es difícil creer que el motín policial ejecutado en Bolivia, responda a reivindicaciones o intereses de la tropa o la propia institución; no sólo porque quienes la encabezan son las esposas, ajenas a la institución y pidiendo públicamente el motín, sino que el mismo se efectúa a cara encubierta como dando mucho pie a la sospecha.
El Departamento de Estado, de USA, muchas veces ha utilizado la táctica de "trasladar la crisis", que consiste en provocar conflictos en otras naciones para no tener que enfrentar los suyos propios, como viene sucediendo hoy como emergencia de la crisis mundial de la economía, la devaluación del dólar, el creciente desempleo o la incertidumbre sobre la acostumbrada reelección presidencial; como si fuera poco, tuvimos hace poco la firma de un "pacto del Pacífico", entre gobiernos sumisos al Norte que, coincidentemente, se da como respuesta a la controversia sobre instituciones que no responden a los intereses latinoamericanos o la conformación de otros bloques, apartados de su hegemonía.
Al sur del río Bravo tenemos: los conflictos en Bolivia, que no paran de sucederse ya sea con motivos salariales o sofísticos como el del TIPNIS o los "cooperativistas" mineros; las protestas que amenazan la Casa Rosada por la actitud de los propietarios del agro argentino que, curiosamente, son mayoritariamente extranjeros; la probable destitución del primer mandatario paraguayo por una supuesta mala gestión en problemas que afectan la hegemonía propietaria de ese territorio que hace décadas es sospechosa de latifundio y varios otros menores que se dan en el Brasil, el Uruguay, Venezuela o el Ecuador.
La táctica de trasladar la crisis es pues repetitiva y ya se ha dado varias veces en nuestras naciones como ha sucedido, por ejemplo, con la competencia por el "subimperialismo" que se ha fomentado, especialmente, entre el Brasil y la Argentina, con el sólo objetivo de mantener el subdesarrollo del sur, como una permanente subvención del crecimiento del Norte y que es una de esas verdades que poca oportunidad tiene de hacerse conocer al común de la gente, pese a la extensa bibliografía existente al respecto.
Resulta pues sumamente sospechoso que, de otro lado, las instituciones más ligadas a la "ayuda" norteamericana, resulten ahora siendo generadoras de conflictos que ponen en riesgo la institucionalidad, no sólo en cuanto a la estabilidad del régimen de gobierno sino en cuanto al propio estado de derecho y la vigencia irrestricta de la ley.
Por lo demás, no hay que olvidar que el imperio del vil metal está en su caída final y, por tanto, es cuando más feroz lo podemos encontrar en un entorno mundial cuya característica principal es la sospecha generalizada; que lo mismo se da entre los movimientos de descontento o las fuertes réplicas a instituciones prepotentes financiera o armamentísticamente.
Por lo tanto, es lícito preguntarse: ¿motín policial?
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