Para la ingenuidad de algunos ciudadanos o la estulticia de "analistas" y opositores la cuestión del mar tuvo el resultado esperado en la 42a. reunión de la OEA. Lo único particular que se vio es que el Canciller de La Moneda. acorralado como estaba, tuvo que revelar que, en verdad, la oligarquía chilena nunca pensó en dar nada, no lo piensa y ni lo va a pensar. Lo que ratifica las palabras de su charretero Koening que afirmó que se habían hecho del Litoral boliviano por lo que valía y que lo sabían antes de la invasión; no hubo pues cuestión de impuestos ni otras monsergas sino la útil intermediación entre la avaricia monárquica y el servilismo oligárquico.
Pero lo que realmente preocupa en la OEA, es su insuficiencia, deficiencia o ineficiencia porque no sabe mirar más allá y proyectar su accionar. Es lo que pasa cuando temas tan cruciales como el del mar boliviano, que no sólo atañe a nuestro país sino que tiene un impacto en toda el área del Pacífico y el Atlántico, y el de Las Malvinas que ya es una suerte de base militar que amenaza la integridad y seguridad subcontinental, se reducen a una declaración lírica que no hace sino sospechar que todavía hay gente con alma de esclavo en esa amplia burocracia que, muchas veces, ha sido impuesta por el sistema de dependencia-corrupción e impunidad que la hegemonía norteamericana ha cargado sobre las espaldas de los latinoamericanos desde el siglo anterior.
Y decimos que son temas cruciales porque de la conexión entre Pacífico y Atlántico, a través de nuestro suelo, depende mucho el comercio y la industria del futuro en el mundo y no podemos ver indiferentes el armamentismo que se expone en las islas argentinas de Las Malvinas sin tener la certeza que por algo están ahí y lo que más se puede esperar es que sea una estrategia, ya en desarrollo, de un reacondicionamiento imperialista en el subcontinente, ante la decadencia no únicamente del líder del vil metal sino de la propia Cultura Occidental.
Esto es lo que habría que reclamarle a la OEA que nunca ha cumplido ni siquiera con su propia carta de intenciones y ha reducido su papel a hacer de bedel de la dependencia, condenando o ungiendo regímenes tiránicos o seudodemocráticos, de acuerdo a las circunstancias y conveniencias del Norte, no de los pueblos al sur del río Bravo.
Lo que confirma dos cosas: De una parte, revela cínicamente la posición de la oligarquía chilena que, incluso, por sobre la opinión de sus pobladores, no piensa revisar nada y quiere que la patente de corso siga vigente y, de otra, la obsolescencia de la OEA, su inutilidad y hasta perjuicio de los intereses latinoamericanos.
Para no ponerse a llorar, mejor es reír con los actores improvisados o crónicos que quisieron aprovechar esa ventana para mostrar su teatro de mala calidad y carente de ideas; igual que la OEA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario