Hay un antiguo refrán que dice que: "del dicho al hecho, hay mucho trecho" y que se podría aplicar abrumadoramente a nuestra realidad mundial. Por ejemplo, si la OEA hubiese cumplido su función y carta orgánica, no sólo que hace tiempo que Bolivia habría regresado a la vecindad del mar o la Argentina a Las Malvinas sino que nos hubiéramos ahorrado una serie oprobiosa de tiranillos que causaron ríos de sangre entre nuestros pueblos; pero no sólo pecó por omisión sino también por acción porque, en determinada época, se nos hizo alinear detrás del capitalismo o del marxismo en una pendulación que la historia ya descubrirá a quién beneficio más y de quiénes debiéramos arrepentirnos más los latinoamericanos en general.
Y mientras nuestros pueblos estaban pendientes de si sus gobernantes eran alienados o alineados, la situación en general no varío en nada porque la intromisión, de unos y otros, condicionó que estuviésemos siempre en una vulnerabilidad que no sólo involucraba la economía sino también la intelectualidad, la cultura en general, lo que no nos permitió encontrar el camino del desarrollo ni por la opción de la derecha ni por la de la izquierda.
Es anecdótico lo que le pasó a Egipto cuando decidió desvincularse de la esfera capitalista y entrar en la soviética. Nada cambió, ni en los precios, ni en el mercado ni con las condiciones de servidumbre.
Así pues hemos dedicado mucho tiempo, demasiado, a los dichos, a los discursos, a la demagogia y nos hemos acostumbrado a estar siempre lejos de los hechos que, por el contrario, era lo que caracterizaba a las corrientes hegemónicas de la supuesta pendulación; mientras no sólo nos arrebatan nuestros mercados sino también nuestras industrias y le poníamos etiqueta extranjera hasta a la producción más tradicional de nuestras tierras y pueblos, para beneficio de los comerciantes. Y sigue así; no por nada todavía hay una gran cantidad de intermediarios en la cadena de producción y consumo, como para alentar un cambio radical que beneficie a los dos extremos de esa cadena: el consumidor y el productor, con todas sus secuelas de especulación, ocultamiento, acaparación y todos los males que caracterizan al materialismo y la avaricia.
Y, como si fuera poco, ha surgido toda una plaga o bandada de predadores, de carroñeros, que se ciernen sobre nuestras empresas deficitarias o en quiebra fraudulenta para crear espejismos y llevarse la bolsa y la vida. Si hacemos un ligero análisis del mercado del transporte aéreo, verbigracia, nos encontraremos con que la competencia es reñida y el espacio está saturado; pero no faltan magos que nos hacen creer en resurrecciones o inversiones que, nada raro, sean sólo el producto de la técnica carroñera que asola las últimas etapas del capitalismo.
La propia democracia, teóricamente, se muestra como la mejor opción para nuestros pueblos; pero los hechos nos muestran su manipulación, su mercantilización, su sectarismo y su distorsión; tanto de lo que se puede llamar oficialismo como de lo que se antoja como oposición.
Por algo los refranes nos hablan de sabiduría.
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