Supuestamente, vivimos la era de la información; pero si nos detenemos a analizar un poco la cuestión nos podemos encontrar con que, más bien, seguimos en la era de la desinformación, ya que todavía creemos en una serie de mentiras y mitos que la historia "oficial" nos ha impuesto desde las aulas.
¿Quién se animaría a poner en duda, por ejemplo, el llamado holocausto? Los que lo han hecho ya han pagado las consecuencias y el poder del vil metal es tan grande que esta mentira es un hecho indiscutible; por mucho que haya otros "holocaustos" donde la cifra de muertos sube a 40 millones o más, como en el caso de la "revolución rusa", aliada del capital.
Lo que más afecta a la humanidad actual es la falta de información; porque hasta las mismas redes sociales que, teóricamente, debieran cubrir el vacío que los medios de las transnacionales ocupan por la fuerza, no lo hacen porque vibran al estilo de la moda, de acuerdo a las circunstancias y son en verdad excepciones que salen de la regla de la "modernidad" que no es más que sofisma y, por tanto, engaño.
Si en el ámbito internacional todavía sostenemos los orígenes de las guerras mundiales como nos dicen los ganadores y no nos animamos a discrepar porque no hay información suficiente para hacerlo; en el nivel interno nos dejamos llevar por sofismas y mentiras cínicas, como los que se manejan por "ambientalistas", "ecologistas" y una serie de yerbas en torno al TIPNIS o las causas dele enfrentamiento entre los mineros "cooperativistas" y asalariados que amenaza diversos yacimientos. O, en la cuestión del mar o la reivindicación nacional donde todavía hay algunos que le hacen juego a la diplomacia mapochina o no quieren darse por enterados de lo que significa el enclaustramiento que, en cierto modo, podemos comparar con los efectos agravados que produce la desinformación en el mundo del papel, la radio, la tv o la cibernética.
Si estuviésemos bien informados, no tendríamos que soportar esas medidas de "salvación" de los banqueros que afectan con características de desastre a la población mundial, no quedaría más camino que el de la paz y toda guerra sería severamente criticada; lo mismo que las políticas de alimentación discurrirían por lo sano y no por la "chatarra".
Hay toda una serie de factores que hacen a la desinformación y viabilizan la dominación de unas cuantas personas en detrimento del planeta; cerrar los ojos ante tal realidad es criminal y por eso es preferible desechar ese sofisma que afirma que vivimos la era de las comunicaciones o de la información y asumir que todavía nos desenvolvemos en el oscurantismo.
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