Aunque, hipócritamente, algunos van a seguir criticando una supuesta falsa actuación respecto al mar, no hay duda que la reunión de la OEA ha servido hasta para que los extravagantes quieran aparecer en las pantallas de televisión, haciéndose a los perseguidos, reclamando derechos o diciendo que tenían la fórmula de la paz o de la eterna juventud.
Lo malo de estas reuniones es eso: La intromisión; de una parte, la que se hace patente para que algunos embajadores voten en corporación obedeciendo consignas ajenas; de otra, de aquellos que se creen con el derecho de intervenir por mucho que no tengan idea siquiera del evento que se trate.
Lo que ha quedado, una vez más, claro en esta asamblea es que se puede percibir el reacomodo de los que buscan estar detrás de EEUU o servir de carne de cañón y los que quieren buscar nuevas opciones. Una división que, ciertamente, no favorece sino a los intereses de la desintegración, de la controversia; pero tampoco es para alarmarse pues ha sido el papel que siempre ha tenido la OEA, no como instrumento de integración sino de manipulación por el poder del norte que se acuerda de sus "hermanos" del sur a la hora de buscar algún beneficio pero ni los toma en cuenta en el momento de establecer derechos.
Tampoco es paradójico que mientras se intentaba tratar algunos asuntos de interés hemisférico en Cochabamba, en otro lugar surja un nuevo acuerdo para intentar otro proceso de cooperación como el que han suscrito México, Perú, Chile y Colombia y que toca asuntos eminentemente comerciales del vil metal.
La vida de los latinoamericanos, diferente a la de los "americanos" ha sido siempre así: discriminatoria, manipulada, materialista y en función del espíritu de esclavo que mantienen algunos para servir los intereses de otros.
Habría que revisar toda la historia de la América Latina para reiterar cómo los intereses del Norte se impusieron a las necesidades y aspiraciones del sur y entre esos episodios podemos citar desde la guerra a los gobiernos de Francia o Rosas, y su completa distorsión histórica, hasta los enfrentamientos fronterizos que se han saldado con beneficios para intereses extracontinentales, como los casos de Bolivia o la Argentina en sus guerras del Pacífico y de Las Malvinas.
Este andar dinosáurico de organismos como la OEA ha dado también otro resucitado como es el caso de la renuncia a seguir formando parte del TIAR, por los gobiernos de Nicaragua, Venezuela, Bolivia y otros; que era una verdadera ridiculez que se mantenía en pro de la seguridad de los norteamericanos pero que nunca sirvió para apoyar la reacción ante la agresión del Reino Unido a la Argentina, en el caso Malvinas, donde los del Norte ni se dieron por enterados, es más, colaboraron con los ingleses, comprometiendo también a los chilenos que ayudaron en las tareas de espionaje y apoyo a la aviación inglesa.
Claro que estas cosas no son las que salen en las vitrinas de estas reuniones que tratan de ser aprovechadas por toda clase de oligrofrénicos o de los que no pueden vivir sin el "hermano mayor" y recurren a ellas en busca de refugio o apoyo para hacer quedar mal no sólo a los gobiernos de turno sino al espíritu mismo de la integración latinoamericana.
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