Cuando un magistrado boliviano anunció que recurría a la hoja de coca para ayudarse en sus decisiones judiciales; se le vino el mundo encima pues muchos "intelectuales" no sólo que lo ridiculizaron y se desgarraron las vestiduras sino que hasta lo convocaron a una explicación en la Asamblea Legislativa. El magistrado lógicamente se ratificó en su decisión y práctica.
Los "opositores" dicen que no están de acuerdo con él; pero que está ejerciendo su derecho de expresión; lo que nos da una idea de cómo andan desorientados porque no atañe a la expresión sino a la libertad misma ya que es parte de la cultura. Mas, lo curioso, resulta no únicamente de la expresión de cierto sentido peyorativo y hasta discriminatorio con el "indígena" sino que los que se creen fieles descendientes de la razón y, por ende, de los griegos, se ve que ignoran que hasta sus más grandes estadistas recurrían a augures y hasta adivinos para tomar sus decisiones más trascendentales y la historia nos habla de pitonizas y oráculos famosos que colaboraron con muchos gobernantes.
Lo que nos lleva, una vez más, a recordar cómo ya en el siglo XVI se hablaba de la "ignorancia titulada" que es lo que venimos soportando desde entonces, pues da para la risa la suntuosidad o el pavoneo con que algunos se presentan luciendo sus títulos y queriendo dar cátedra de ellos.
Y es que nuestro medio "intelectual", en el mundo entero, se hace más de fanfarronería que de conocimiento o sabiduría; el hecho mismo que la ciencia no haya podido hasta ahora develar muchos misterios de la historia antigua del hombre y continúe con un incierto porvenir pues no sabe si su deber primario es acercarse a la tierra o huir de ella, nos hace sospechar que mucho nos falta de saber, de aprender, de aprehender la realidad y, consiguientemente no sólo explicarla sino proyectarla.
Lo que pasa con nuestro magistrado aymara y sus detractores puede extenderse a infinidad de anécdotas o hechos históricos a lo largo y ancho del planeta, que dejan pálida la inquisición a la que se le atribuyen verdades y mentiras. Lo único cierto que queda es la soberbia o la vanidad, con cuanta razón decían los latinos: vanitas, vanitatum, omnia vanitas, que podríamos traducir como: vanidad de vanidades y todo es vanidad, aunque no sea literal.
Entretanto, sea nuestro magistrado sabio o impostor, no hay duda que está pasando las de Caín, porque no logra hacerse entender y, quizá, es como dar margaritas a los chanchos. Y, en su posición, traduce la realidad en general de la tierra que ya no sabe si se acerca más a la sabiduría o la ignorancia.
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