Desde que asumimos el Renacimiento, la Ilustración y la razón; las interpretaciones de la realidad han variado de acuerdo a las conveniencias e intereses coyunturales; pero dejando a la humanidad en una incertidumbre que todavía hoy es causa de su frustración y desdicha.
Y es que antes de ese período, las convicciones y creencias de los hombres estaban circunscritas a la revelación y partían del hecho innegable de una existencia superior, considérese o no la existencia de Dios, lo que habría una serie de caminos de superación para el hombre común y, mejor todavía, para el superior. Desde la búsqueda del conocimiento por sí mismo, hasta los ritos de iniciación que incluían una variedad de aprendizajes y experiencias, había un amplio panorama donde el individuo podía encontrar la evolución y la sabiduría, que es muy diferente al simple enciclopedismo que se introdujo so capa de razón y que nos llevó al materialismo.
Por esta distorsión en la interpretación de la realidad mundial, es que la historia misma es contada desde diversos ángulos que, las más de las veces, la hacen aparecer como fábula o cínica mentira; desde entonces también, le hemos puesto fechas arbitrarias a la aparición del hombre y hasta hemos cometido la estulticia de admitir que la llamada teoría de la evolución tuviera posibilidades cuando, en los hechos, es mucho más improbable que la creación divina o las muchas formas en que las teogonías nos hablan del mundo, el universo y el hombre.
Hoy, que vivimos según algunos las postrimerías de un ciclo y nos acercamos a la inauguración de otro bajo paradigmas absolutamente distintos, las cosas tienen más interpretaciones caprichosas y absurdas que nos son impuestas por la tiranía de los medios de comunicación que pertenecen a unos pocos intereses economicistas y ya no es posible saber dónde está la verdad y la duda empezó con el lavado de manos de Pilatos y se exacerbó con la llegada de la razón, el Renacimiento y la Ilustración. ¡Qué paradojas, no!
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