Que la politiquería se ha trasladado a las universidades no es ninguna afirmación nueva ni aventurada; es más, desde hace tiempo se ha asentado en ella con todas las consecuencias que implica: bajo rendimiento, sectarismo, feudalismo y, más que todo, chabacanería.
Porque esos son los males de la "U" actual y no únicamente el bajo rendimiento que sus profesionales están mostrando; a tal punto, que se prepara una evaluación en todas ellas, públicas y privadas.
La Casa Superior de Estudios, ya no es más ese foro de debate en que se discutían las ideologías de moda y la política nacional e internacional no estaba ausente; por mucho que el sectarismo y la visión que se propagaba adolecía también de miopía o excesiva parcialidad porque derechistas e izquierdistas eran acérrimos enemigos mientras permanecían en clases, para hacerse después todos devotos del materialismo y el consumismo al egreso.
La mediocridad hace tiempo que se sembraba con una insistencia digna de mejores causas; hoy ya es un hecho y sólo basta ver los candidatos, de lo que hablan y de lo que prometen, para tener una comprobación de esta realidad y donde la misión estructural de las aulas universitarias, su función en el Estado y el vacío ideológico que se ha creado so capa de autonomía, ni siquiera se han mencionado. Y es que en un ambiente de mediocridad, los candidatos deben cumplir ese requisito elemental.
Es una lástima que la universidad haya perdido su papel de liderazgo, de formador de profesionales idóneos, de regulador de la política y haya caído tan bajo que ya ni siquiera se da cuenta dónde está; porque sigue siendo una institución fundamental para la patria, para la cultura y hasta para esa sofistería que se maneja convenientemente:el cientificismo.
Y la cuestión no alcanza sólo a su estamento docente o administrativo, es más preocupante todavía entre los alumnos, algunos o muchos de los cuales, piensan que están adquiriendo sólo un estatus y no un medio científico, técnico o cultural para servir a la nación. Y mientras siga esta mediocridad habrá que preguntarse siempre:¿merece el financiamiento que le proporciona todo el pueblo? ¿No se está convirtiendo en una bomba de tiempo? ¿No es un desperdicio?
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