Como las causas de la crisis económica no se quieren debatir públicamente, resulta que tampoco se sabe por dónde deben ir las soluciones.
Porque desde que el dinero se convirtió de intermediario del comercio en una mercancía más, las cosas andan revueltas hasta el extremo y no sabemos si lo que queremos salvar es el gobierno de las sombras, el sistema de especulación monetaria, las bolsas del materialismo y del economicismo o la libre injerencia de organismos internacionales en los gobiernos internos.
La verdadera crisis y sus soluciones estructurales se mantienen pues escondidas y sin posibilidad de acceso hacia el común de la gente que es la más perjudicada por este manoseo de su destino; consiguientemente, los efectos pueden ser tan sorpresivos que los mismos manipuladores vuelen con el efecto de sus propias armas. Pero la cuestión es bastante seria como para confiar en el azar o la casualidad; hay que buscar los remedios antes que la enfermedad se haga terminal y nos pongamos al borde del abismo por la irresponsabilidad de unos cuantos.
Finalmente, lo que está en juego no es el destino de las bolsas, los intereses especulativos de unos pocos o el materialismo militante de los gobiernos sometidos a los organismos financieros; de lo que se trata es de la gente, de la población, del planeta en general que ya no aguanta más el sistema de explotación y expoliación materialista que vive y ha vivido hasta ahora, con sus secuelas por todos conocidas y que, incluso así, quieren seguir en la cresta de la ola del materialismo.
Ergo, las respuestas no están en las estadísticas, en las caídas o subidas de las bolsas, en la cotización de las monedas o los metales preciosos sino en la filosofía, en nuevos paradigmas y hasta en la utopía.
Saber qué se quiere salvar, será sólo una pista, aunque sirva para confundir más que para aclarar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario