martes, 30 de agosto de 2011

LA GUERRA DE LOS MEDIOS

No es ninguna novedad pero la guerra de los medios se nota con más cinismo en Bolivia, donde la mayoría de los medios de comunicación hace tiempo que pasaron a manos de los partidos, los intereses económicos sectarios o de simples sinvergüenzas que vieron la forma de seguir haciendo comercio soez.
En principio fueron los movimientistas, los adenistas, los miristas y otras yerbas que se hicieron de estaciones de radio, televisión o diarios y hubo quienes probaron lanzarse a la arena de la politiquería desde las cámaras y los micrófonos con diversa suerte.
Hoy ya nadie puede creer en la independencia del periodismo y menos en su imparcialidad porque sólo las excepciones salvan la misión de informar, orientar y educar; los demás se dedican a la tendencia que se impone desde las direcciones o las gerencias y es tan baja la calidad que es francamente imposible dar paso al buen ejercicio de la noble profesión.
Pero quien sigue perdiendo es el bien común, la patria, el Estado; porque por encima de los conflictos ciertos o falsos que se levantan y de las soluciones o parches que se proponen, priman los intereses sectarios, de grupo, de afinidad monetaria, de vil estulticia.
En vano algunos tratan de llamar la atención sobre el crimen que se está cometiendo en contra de la verdad; nadie los escucha porque sus espacios para hacerse oír son estrechísimos y porque las necesidades de la vida obligan a muchas defecciones, aunque no sea más que una excusa. Tampoco nadie sale en defensa del periodismo de estilo, con dignidad, con profesionalidad porque sus propias organizaciones han sido penetradas por los intereses sectarios o, en última instancia, por la estulticia que es la última tendencia de la moda y, por tanto, de los tendenciosos.
Lo que no se tiene en cuenta es que cuando se atenta contra la verdad, es el máximo atentado que se puede ejecutar contra la vida misma, contra el ser humano, contra la realidad. Por eso es que, aunque no haya espacio, hay que seguir defendiendo el periodismo como algo digno en sus objetivos ideológicos y filosóficos.

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