Se dice, hace mucho tiempo, que una imagen vale más que mil palabras; pues bien, como somos parte de un país donde la lógica parece estar al revés, pese a las imágenes difundidas por la televisión en varios canales, algunos continúan con la tesis de la represión violenta en contra de los discapacitados aunque hay que reconocer que un medio impreso hizo la diferencia en honor a la verdad.
A principios de la década de los ochenta del pasado siglo, cuando se impulsaba la reivindicación de los derechos de las personas con algún grado de invalidez, se montó toda una campaña mundial para hacer conciencia de esta situación llamando a la solidaridad, no a la compasión, y reflexionando con los mismos sujetos sobre su dignidad.
Se ve que las cosas ham cambiado y ahora se trata no sólo de producir lástima sino hasta complicidad, que no es lo mismo que solidaridad. Por eso es que algunos, de entre las decenas de miles que existen, apuestan a eso y a la violencia indiscriminada, que no otra cosa se vió desde el principio de la marcha, donde se usa y abusa de sus propios hijos y de ellos mismos, hasta su culminación en la sede del gobierno con muestra de intransigencia y de fuerza que no llama ni a la solidaridad ni a la compasión sino a la reflexión porque parece imposible pensar que estén actuando por sí mismos y todo parece confirmar que la tesis gubernamental de la intromisión artera existe.
Quienes hemos contribuido desde 1980 con ellos y conocemos sus dificultades no entendemos la actitud de esas personas y, por tanto, no las compartimos y, por el contrario, las censuramos abiertamente.
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