Alguien dijo que cuando la corrupción es mucha, la justicia tiene que andar embozada o enmascarada y, curiosamente, es la perseguida. Algo así viene sucediendo cuando los tribunales españoles acaban de hacer efectiva la expulsión de uno de sus más caracterizados miembros: Baltazar Garzón que, aunque sea con algunos cuestionamientos, se atrevió a poner en serias dificultades a personajillos como Pinochet que casi, casi pierde hasta el apoyo de la Corona y sacó a la luz la inmoralidad de muchos de sus compatriotas ligados a las esferas gubernamentales a quienes siguió y persiguió con las mismas artes y tretas de la delincuencia.
Es que, por mucho que se diga en contra o se publiquen estadísticas manipuladas, la corrupción es la palanca del poder y el enriquecimiento en el mundo actual y, lógicamente, los interesados no van a permitir que se la melle, peor todavía, cuando es la causa de la impunidad. Que es tan vieja como la humanidad es apenas un consuelo occidental pues en otras culturas, como las prehispánicas, la trilogía del "ama llulla, ama kella, ama sua" da ya una importante señal de cómo eran sus sociedades. Lo malo es que se ha ido extendiendo también entre nosotros como una extensión del mercado o de la economía de mercado que se apoya en la corrupción para crecer y es la "mano invisible" que regula la especulación cuando se llega a ciertos niveles de poder.
Son pues estas circunstancias y condiciones que han dado veredicto en contra de Garzón y es esta señal que habría que comparar con las estadísticas, con el movimientos bancario, con las inversiones gubernamentales y hasta con las que se hacen desde el campo privado y sirven para mantener también inmaculada la maquinaria del lavado que es intocable como la corrupción y la impunidad.
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