Hace apenas unos días atrás comentábamos cómo la humanidad viene haciendo más cientificismo que ciencia y comparábamos la situación de varias civilizaciones anteriores a la actual. Pues bien, ahora resulta que el gran anuncio del CERN sobre la mayor velocidad de los neutrinos y que cuestionaba la teoría de Eisntein se ha puesto en duda y se habla de un error, probablemente, causado por un "cable suelto".
¿Se imaginan cuánta responsabilidad tienen nuestros científicos? ¿Qué pasaría si, al tratar de reproducir el big ban, hay algún cable suelto que puede detonar el mundo entero? ¿No tienen razón quienes se opusieron y se oponen a ciertas prácticas, por mucho que se las trate de excusar en la ciencia?
Lo malo de la "ciencia" es que tiene todo un aparato de difusión que persigue sañudamente a quienes la cuestionan y, como en la época de brujas, las quema en la hoguera del desprecio o la indiferencia y sólo vale lo que el materialismo pregona; lo demás "no es científico", es decir, no está de acuerdo a las leyes del cientificismo y, por tanto, no tiene sentencia aprobatoria. El mundo entero se quedaría pasmado al conocer la larga lista de personas que cuestionaron el cientificismo y sólo consiguieron el olvido o la muerte civil. Desde historiadores hasta físicos o matemáticos hay un amplio abanico que tiembla cada vez que nuestros "científicos" se ponen a hurgar entre retortas y tubos de ensayo porque nunca se sabe cómo resultarán sus juegos mortales que, hasta ahora, sólo han alimentado el consumismo y la alienación a la vulgaridad y los antivalores. Y si no hay ciencia, el futuro es tan insondable que sólo los místicos pueden tener oportunidad de develarnos algo y es eso lo que está ocurriendo actualmente, pese al "avance de la ciencia" que, muchas veces, es tan negativa que todavía no nos hemos dado cuenta de, por ejemplo, los transgénicos que sólo se sostienen en sofismas de tecnología o necesidad pero que están causando más males que bienestar y, si no, que lo digan los argentinos cansados ya de tanta contaminación y erosión de sus mejores tierras para servir al cultivo de la soya que, más que un avance tecnológico, es una nueva forma de invasión de las transnacionales.
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