Lo ocurrido con los alumnos y padres de familia del colegio Bolívar de Cochabamba, es una muestra fehaciente de la calidad y estado de la educación nacional, que no sólo hay que atribuirla a las deficiencias mayoritarias del magisterio sino a la incapacidad de los padres. Porque si bien la instrucción, más que la educación, que se imparte en el sistema es insuficiente, se ve que también las cabezas de familia pecan de negligencia o ignorancia y los resultados podemos verlos en las actitudes de los hijos, no únicamente en su relación entre sexos sino también con relación a la música, la moda o las costumbres que importa el consumismo y se extienden por nuestras calles en elevado y excesivo consumo de alcohol, en los vestidos y las actitudes que se adoptan con cualquier subcultura artística y el olvido general del verdadero arte, que empieza por la negligencia en el uso del idioma y cuyos errores gramaticales son tan evidentes que ya no se pueden tapar.
La lectura, por ejemplo, es algo en casi completa extinción porque, aparte de una pésima selección que se hace para leer en algunos establecimientos, no se vigila que sirva para mejorar el lenguaje y la capacidad intelectual de los niños o jóvenes. El consumismo ha sustituido esta necesidad con la venta de juegos electrónicos de muy dudosa calidad y conveniencia pues se basan en la violencia o los antivalores que, indirectamente, se inculcan en los desprevenidos cerebros de los los alumnos. Ya no se puede preguntar qué obras de la literatura, verbigracia, se ha leído sino qué jugos tienen en la computadora o en la pantalla. Y todo esto se debe más a los padres que a los profesores, aunque estos últimos tampoco pueden rehuir su parte en la ausencia de orientación científica o artística.
Si los padres son unos trogloditas, no se puede esperar que los hijos salgan diferentes y es esto lo que nos demuestra lo acontecido con el colegio Bolívar que nunca terminaremos de lamentar por lo que implica en varios aspectos.
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