Ha concluido el 2011 y se inició el 2012; pero aunque muchos no quieren aceptar no sólo es el cambio de un año más sino de todo un ciclo, una era, un mundo, como dicen los mayas en su calendario. Y está bien que así sea porque ya no se puede aceptar lo que está ocurriendo en el mundo, principalmente, porque se tiene al miedo como el primer esclavizador. Y es que el temor a la crisis económica, a la falta de servicios básicos, a la inseguridad, a la falta de empleo, a la falta de vivienda, a la falta de felicidad, priman sobre la satisfacción, la confianza, la seguridad; y es eso lo más importante del cambio que se anuncia: el término del miedo y de quienes lo promueven aunque en estos días se de como sentado que la invasión a Irán se puede dar en cualquier día, con consecuencias imprevisibles porque la reacción no va a ser la que se ha tenido en otro sitios donde la capacidad atómica estaba por verse o no había, como se manejó la excusa para apoderarse no sólo del petróleo de Irak, por ejemplo, sino también del agua, del comercio, de sus riquezas.
Y es que la soberbia de algunos grupos del poder materialista del mundo no conoce fronteras y nunca ha hallado la horma de su zapato, como le puede ocurrir ahora, con gran perjuicio de la humanidad en general que aunque está en riesgo no puede desaparecer totalmente porque la vida en el universo debe conservarse.
Así pues hemos vivido y todavía lo estamos haciendo, un final y un principio que no van a tener ese carácter simplemente comercial que se ha aprovechado sino que puede tener otras connotaciones y otras consecuencias para bien del hombre y del planeta. Hay que tener en cuenta las posibilidades de ese cambio que resulta mucho más estructural que el sinfín de sofismas que siempre nos han ofrecido
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