Independientemente de las majaderías que habla alguna gente, habría que esperar que los nuevos magistrados del Órgano Judicial pongan fin a la mala fama de la justicia boliviana. A propósito, cuando visitábamos la ciudad blanca, los amigos nos invitaron a comer un platito de la mañana en "El Garaje", intrigados por el nombrecito nos contestaron que se llamaba así el restaurante porque ahí "se arreglaban los autos"; lógicamente, no se referían a los automóviles sino a las resoluciones judiciales. Y seguramente el local sigue funcionando con las mismas segundas ocupaciones que le dan sus clientes y no sus dueños.
No se puede pues excusar la administración de justicia que, hasta ahora, se ha estado haciendo en el país; no sólo que sus miembros respondían cínicamente a los intereses de la politiquería y los grupos de poder sino que su servilismo era tal que el mismo ambiente de corrupción e impunidad que todavía vivimos es una comprobación contundente. Aunque no se puede esperar que las cosas cambien de la noche a la mañana, porque supone toda una estructura y mentalidad la que hay que desmantelar, el cambio producido legalmente es una esperanza cierta para que las cosas, cuando menos, empiecen a cambiar pues la dependencia que ha instalado el sistema de corrupción e impunidad todavía aletea en las voces de los majaderos que no quieren que cambie nada porque ahí pierden su personalidad y su salario.
Si todo fracasa, hay que volver a empezar; pero antes de ver nada no es justo tirar piedras contra el techo de nadie, como hacen los que se dicen opositores y no son más que vacuidades intelectuales y cardíacas y un peligro para el sistema democrático que está en riesgo por su incapacidad y falta de ideas.
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