Como ya ha sucedido varias veces, estamos entrando en una peligrosa fase de antinomia que, en otras oportunidades, sirvió para que tiranuelos de toda especie se cuelen en el palacio de gobierno, bajo la excusa de que no sabemos vivir en democracia o que el veranillo ha concluido.
Desde los irresponsables que piden que se acabe con el Parque Tunari, hasta los mercaderes de contrabando, piratería e informalidad que quieren adueñarse de los mercados, hay un abanico extenso que debe llamar la atención porque ahí están también incluidos los que, desconociendo la propiedad del Estado, hacen problemas sobre intereses sectariales o regionales sirviendo, muchas veces, de simples tontos útiles de maquinaciones foráneas.
Lo curioso es que no sólo están los que pertenecen al pueblo en general sino también los que se dicen ilustrados, por ejemplo, los profesores que se han hecho de la dirección del magisterio y usan los fondos y prerrogativas de un sindicalismo cautivo en beneficio del trotskismo o los "universitarios" que se niegan a aceptar que hay reglas de convivencia y que por muy demagogos que sean, deben respetar al prójimo si quieren que se los respete a ellos.
Si no fueran más que incidentes aislados no habría mucha preocupación; pero como son repetitivos parecen estar conectados y tener un origen común: la subversión que, como en otras oportunidades, no sirvió más que para retomar puestos de privilegio y ese ambiente de corrupción e impunidad que ha creado y mantiene la dependencia. Ojalá, tanto gobernantes como gobernados, seamos capaces de evitar repetir nuestra triste historia, que no hace otra cosa que mantenernos en una crisis permanente, por lo que no podemos avanzar hacia ningún objetivo del bien común, de la patria, de la colectividad, del Estado.
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