El propio Unamuno fue quien se preocupó de la "envidia hispánica" que nos llegó y se quedó por parte de la herencia que nos dejaron los conquistadores; tal vez, lo peor que pudieron habernos legado y que podíamos haber recogido. Porque es la fuente de una serie de manifestaciones negativas que aquejan al boliviano común desde entonces.Ahí están, por ejemplo, los "kelliskiris", es decir, los caprichosos; los que se llevan la pelota cuando no son hábiles y otros los superan, los que no quieren asistir a algún evento porque no tienen qué proponer, los que se fijan en el progreso de otro y los critican supuestamente por falta de valores o inconducta.
Entonces, podemos identificarlos más rápidamente: los que se hacen llamar opositores, los que se dicen gremialistas de la COB (que hace tiempo es un partido más), los que hablan y no dicen nada, los que amenazan antes de pedir algo, los que descalifican a gil y mil porque tienen identidad definida, los que no quieren el progreso de todos, los que anteponen el sectarismo al bien común, etc.
Si hubiese menos envidia no sólo en Bolivia sino en América Latina entera, estaríamos mejor situados y seríamos más libres e independientes, el progreso sería más compartido y no tendríamos lo graves problemas que hoy enfrentamos porque nos dejamos llevar por la envidia, por el capricho, por el sectarismo. La envidia es fuente, como dijimos, de una serie de males que afectan a los latinoamericanos y que, incluso, sirven para contar aquello de los peces y el pescador que necesita tapar un cubo, porque todos quieren salir y no hace lo mismo con otro porque actúan derribándose los unos a los otros; o sea que no dejan que escape porque ellos tampoco pueden.
Muchos de los argumentos, de las peticiones, de las exigencias que se manejan en eso que se confunde como sindicalismo, se basan nada más que en la envidia, digan lo que digan sus dirigentes, que son la mejor imagen de la conquista y la alienación.
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