Aunque alguien dijo, hace tiempo, que las bancadas más parecen asnadas; no hay duda que introducen factores de distorsión de la democracia porque el sectarismo se impone a la voluntad general. Precisamente en defensa de esta última, es que todos los delegados de la soberanía nacional debieran deshacerse de representaciones parciales y asumir la del Estado, es decir, de todos. En la CPE de 1967 estaba establecido que así fuera y aunque no se cumplió es lo mejor y recomendable porque triunfa el bien común.
Desde que se introdujo el sofisma del consenso, que se ha manejado desde diversos fines, desde los más ruines hasta los paradógicos, pierde la soberanía nacional, la voluntad general, el pueblo; porque el consenso, mal usado y peor definido, sirve los fines de unos cuantos que se imponen a la colectividad entera. Los ejemplos están a la vista: los discriminados que ahora discriminan con ese otro sofisma de "indígena", los que se oponen a la explotación de recursos naturales del Estado por supuesta propiedad territorial o los que atribuyéndose la representación popular, exigen ministerios, subsecretarías y otros cargos burocráticos, estén o no preparados para la función administrativa que requiere conocimientos y experiencia.
Por tanto, las mal llamadas bancadas siguen siendo asnadas, sean del oficialismo o la oposición porque han dejado de traducir su representación legal y legítima y se han convertido en usurpadores o mercaderes de la democracia que es la más resentida, la que se distorsiona y se convierte en una farsa. Sólo cuando las bancadas representen los intereses colectivos, del bien común, de la voluntad general, podrán pasar como legales y legítimas; mientras tanto, es una lástima hasta su existencia y, peor todavía, su funcionamiento y exigencias.
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