Al parecer a nadie le importa establecer quién es quién en la repetida marcha por el TIPNIS y, lo lógico, nos hace pensar que ninguno representa verdaderamente esos intereses; porque la impostura se ha hecho una tradición en Bolivia. Los hay revolucionarios, conservadores, derechistas, izquierdistas, extremistas y de toda laya. Lo mismo en la representación parlamentaria que sindical o gremial. El sólo hecho de ver convertidos a los contrabandistas, por ejemplo, en gremiales, es suficiente para hacer patente esta suerte de impostura e hipocresía.
Por lo tanto, hay que juzgar la cuestión de la carretera desde el punto de vista simple del bien común o del sentido común; porque una carretera de la envergadura que representa la conexión entre Cochabamba y el Beni, no es moco de pavo y merece una consulta entre todos los bolivianos y la censura respectiva a quienes se hacen pasar por ambientalistas o ecologistas y no son más que traficantes de la politiquería que tanto daño le hace a la nación.
De otro lado el mito de la intangibilidad, de la virginidad o de la importancia étnica o social, ha quedado desvirtuada desde hace tiempo porque en el lugar no sólo que existe tráfico de maderas y hasta drogas sino que sus pobladores ya no tienen las condiciones como para sobrevivir por sí mismos, incontaminados, pues ya lo están desde hace décadas; desde que el primer gobierno del MNR invitara a organizaciones no gubernamentales hacerse cargo de los "salvajes" para incorporarlos a la civilización y que nadie sabe si ha dado resultado o ha sido un completo fracaso, porque quienes aceptaron la "misión" nunca presentaron un balance o un informe sobre lo que hicieron, están haciendo o piensan hacer.
Independientemente de los mitos y las mentiras está la necesidad local, regional y nacional de hacer la carretera, con el menor daño posible, es cierto; pero hay que hacerla y detener esta suerte de competencia de quién es quién, cuando todos sabemos que la impostura es la regla en la politiquería. Hay que hacer uso de la razón y no del sentimentalismo o el sofisma.
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