martes, 24 de enero de 2012

CRISIS DE GABINETE

Se ha hecho una costumbre, con toda su estela de especulación y dichos y diretes, lo del cambio de gabinete en el Ejecutivo, cada año, al cumplimiento de simples 365 días. Aunque los índices de eficiencia pudieran excusar esta práctica, está visto que no es lo más conveniente porque mientras el nuevo ministro hace sus acomodos y va aprendiendo el oficio, ya ha pasado la gestión y, nada raro, su cambio.Aferrándonos sólo a lo que la racionalidad indica, habría pues que sugerir que no se produzcan estas crisis tan frecuentemente como se estila pues atentan contra la eficacia y la eficiencia.
Claro que, las más de las veces, es necesario sustituir algún chambón que nada entiende y que sólo está ahí por la presión de "sus bases", como ha ocurrido desde hace tiempo cuando la demagogia pareció recoger aquello del "clamor popular" que nada tiene que ver ni con la inteligencia, la democracia o la idoneidad. Pero en un país donde la improvisación es cotidiana se podría esperar que no llegue al extremo de ensayar diaria, mensual o anualmente, como se hace. Estas crisis sirven también para el acomodo de nuevas huestes, de apoyos demagógicos que se manejan hasta morder la torta de la corrupción y desestabilizar el gabinete entero y que redundan en el descrédito general. Lo peor es que no hay carrera administrativa, no hay institucionalidad y la improvisación, la arbitrariedad, han tomado carta de ciudadanía para empeorar la crisis que, muchas veces, aunque tenga fondos financieros nada puede hacer para salvarse y cae de la sartén al fuego, por culpa de estas "tradiciones" que no hay por que soportarlas. Pero donde hay una crisis peor, es en la oposición que no da pie con bola y es un cortejo triste y sin esperanza de resurrección.

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