Una vez más, el recuerdo del 11 de septiembre del 2001, ha desencadenado una serie de actos y de mentiras que han tratado de explicar algo que hace rato no tiene explicación: la demolición de las torres gemelas; quizá piensen los gobernantes norteamericanos que así siguen engañando a todos; pero no, el hecho de que haya miles de ellos que no quieren hablar del tema, por no sentirse frustrados y amargados, quiere decir que por muchos sofismas que se manejen, la razón no está de parte de quienes ejecutaron ese acto condenable desde todo punto de vista.
Lo curioso es que en pleno período donde, supuestamente, la razón gobierna, ésta se halle ausente de los programas gubernamentales; no sólo en lo que al norte de América se refiere sino al círculo de su influencia donde lo que ayer fue necesario, hoy se puede descartar y mañana condenar. No otra cosa significa que los regímenes militares, para citar un ejemplo, hayan sido indispensables en determinada época y descartables después a las conveniencias de la expansión y explotación imperialista.
¿No será que con la misma desvergüenza, nos resulten, otra vez, que no sabemos vivir en democracia y vuelvan tiranuelos sirvientes del materialismo economicista? Y es que cuando la razón no acompaña nuestra vida, no sólo que persistimos en los errores sino metemos las mismas de andar en las soluciones.
Sólo cuando la razón se imponga, el terrorismo dejará de ser una preocupación de los asaltantes de toda laya que se multiplican en el planeta, porque tienen el campo abierto y hasta abonado por los adoradores del dinero.
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