Hay dos declaraciones que pueden convertirse en los chistes del año. Una es del representante de la oligarquía chilena que dice que nuestro gobierno tendrá que presentar pruebas de su demanda, lo que si no tiene una esencia de humor, la debe tener de cinismo pues es fácil comprobar en la historia real la felonía de la Casa de La Moneda y sus consecuencias en el enclaustramiento.
La otra, la del presidente del Concejo Municipal del Cercado de Cochabamba que nos quiere hacer creer que el aumento de salarios de la burocracia edil, es para evitar la "fuga de cerebros"; porque la gente se pregunta automáticamente: ¿cuáles? Porque ni las obras que se ejecutan, ni las ordenanzas que se aprueban tienen que ver con el bien común, con el desarrollo, con la civilización. Todo lo contrario, habría que hacer un inventario de los cerebros de que se habla, para ver si existen o es puro cuento; porque no es lo mismo ser "vivo", así entrecomillado para no decir una vulgaridad, que inteligente o, incluso, intelectual.
Si comparásemos los concejales que tenía Cochabamba, a finales de la década de los cuarenta por ejemplo, donde no se ganaban ni dietas ni canonjías, no hay punto de referencia con lo que tenemos hoy o hemos sufrido en el pasado inmediato. De modo que lo de la "fuga de cerebros" es un mal chiste, aunque nos haya provocado risa eventualmente.
¿No será que los declarantes debieran probar en las carpas del circo? ¿No estarían mejor como payasos que donde están? Con las debidas disculpas de los que trabajan en esas arenas por su arte, sus habilidades o su inclinación.
Aunque los chistes demasiado vulgares no siempre arrancan la risa, no hay duda que los mencionados casi, casi, lindan con lo soez.
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