Mientras la crisis en el mundo se presenta como completamente estructural, profunda y reclama soluciones del mismo tipo; resulta que nosotros estamos distraidos con el día del orgullo de fulano, la opción del sexo o cualquier otra minucia de minorías y perversiones que si bien hay que respetar y comprender, no pueden distraer la atención de los problemas mayores.
Los franceses lo han expresado claramente al decir que no quieren matrimonios de homosexuales sino trabajo y soluciones; lo mismo dicen los brasileños que piden: no más estadios sino escuelas y hospitales o los ecuatorianos que ya no quieren "preferencias" arancelarias sino más independencia y libertad. La crisis es pues sumamente grave como para estarla distrayendo en asuntos menores que, en realidad, no tienen relevancia y que se promueven por medio de la prensa controlada por las transnacionales, precisamente, para que no nos enteremos que cada segundo mueren varios niños de hambre, que hay miles de ellos haciendo trabajos de explotación, que el hambre se extiende, que la prostitución y la delincuencia aumentan, que las fuentes de empleo se reducen porque al mercado no le interesado ser regulado ni controlado; mientras el lavado de dinero, el narcotráfico y el armamentismo siguen siendo los negocios más florecientes.
Soluciones estructurales, serias, profundas, es lo que reclama la humanidad de parte de quienes se han hecho del poder del materialismo y lo usan en contra del planeta, del universo, de la vida misma. Y, hasta ahora, nadie, absolutamente nadie, ha propuesto alguna respuesta a las reivindicaciones de naciones y continentes enteros; lo único que se hace es seguir distrayendo incluso con el destape de pequeños actos de corrupción, cuando los más grandes, el tráfico de la humanidad, la destrucción del planeta siguen impunes y amenazan con seguir cabalgando.
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