Los trotskistas, a diferencia del propio Trotski, nunca han tenido una idea, se han contentado con repetir lo que sus "ideólogos" les decían y les dicen; por eso es que su temor a la libertad de pensamiento llega al pánico.
Infelizmente, se está intentando introducir esta suerte de catástrofe anunciada en Bolivia, a caballo del "centralismo democrático" y del desprestigio de quienes muestran públicamente sus ideas y su disenso con algunas determinaciones. Y no puede ser más funesto este intento, que parte de las elucubraciones del vice, porque sería repetir el fracaso de la URSS que se hundió por ese estalinismo y la imposición de la tiranía del partido, de la dinámica de la KGB y del fomento a la delación. No es pues nada recomendable el intento de repetir los fracasos de otros.
Lo que aparece como disidencia entre los que piensan y entre los que no pueden hacerlo; sin embargo, nos muestra que unos y otros no piensan, fuerza es la reiteración para el énfasis, porque de sus propias declaraciones surge la luz. Lo mismo en la demagogia de una de las representantes del oficialismo en Cochabamba, como de algunos de los que aparecen como divisionistas; porque decir que yo soy el Estado o la idea o el pensamiento, no es más que la máscara del que nada tiene en el cerebro. Una de las falencias, digamos, crónica de la América Latina es precisamente esta falta de autenticidad en el pensamiento pues nos hemos dedicado a repetir lo que dijo fulano o zutano; pero no hemos podido elaborar nuestra propia teoría, nuestra ideología, nuestra identidad, que asoma entre algunos seguidores de los antiguos amautas, de los verdaderos no de los impostores que abundan, pero que no se está escuchando y, por el contrario, se está distorsionando porque no había tiranos en el Incario y por algo decía Boudin que eran una cáfila de hombres felices sus pobladores.
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